Raúl García Gutiérrez

La pandemia se ha extendido más allá de lo que imaginábamos. Cuando se anunció el retiro de los niños de las escuelas, muchos pensaron: “Será cosa de un par de semanas y regresamos a trabajar.” Al poco tiempo, las autoridades de salud federales anunciaron la “Jornada Nacional de Sana Distancia”.

Actividades como el lavado frecuente de manos con agua y jabón por 20 segundos, el uso de gel desinfectante, el uso correcto del cubrebocas, evitar tocarse la cara y permanecer en casa el mayor tiempo posible para evitar contagios masivos, fueron y aún son, parte de la “nueva normalidad”.

Este aislamiento social, que se ha prolongado ya por más de un año, ha traído consecuencias terribles para las economías, se habla incluso de conspiraciones y estrategias para quebrar a los países pobres y fortalecer a las potencias.

No se diga en el ámbito educativo. En agosto de 2020, la Comisión Económica Para América Latina y el Caribe (CEPAL) publicó un documento en donde se detallan las afectaciones a la educación en el corto, mediano y largo plazo, los niveles de preparación que tenía cada país latinoamericano para enfrentar la pandemia, el cambio en los procesos de evaluación y el impacto psicológico y socioemocional de la comunidad educativa, entre otros importantes temas.

He escuchado a muchas personas decir: “¡Cómo extraño mi vida antes de la pandemia!” Efectivamente, como se ha dado a conocer, este virus – como muchos otros – llegó para quedarse entre nosotros. Tendremos que acostumbrarnos a vivir con él, así como ya lo hacemos con los virus que provocan gripe o influenza.

Ante la disminución de casos y fallecidos a causa del Covid-19 a nivel nacional, las ciudades y pueblos, así como los principales destinos de playa, especialmente los que dependen en gran medida del turismo, se han visto pletóricos de visitantes, ansiosos de un momento de esparcimiento.

Después del período vacacional de primavera, comúnmente conocido como de Semana Santa, son diez estados del país los que muestran leves repuntes en su curva epidémica. Esperemos que el asunto solo sea temporal y se recupere el control en el número de casos y contagios.

Pero México es el país de las fiestas y los festejos. En unos días estaremos festejando el “Día del Niño”; el 1 de mayo, las agrupaciones sindicales buscarán la manera de hacerse presentes en las calles; el 10 de mayo, con un altísimo riesgo de contagios, porque los mexicanos podemos prescindir de cualquier celebración, pero que no nos toquen al ser que nos dio vida.

Y al parecer, así seguiremos, en esta montaña rusa, exponiéndonos innecesariamente a contraer o propagar el contagio. Seguiremos jugando con nuestra salud y quejándonos del “mal manejo de la epidemia”, de la “excesiva pérdida de empleos”, de “cómo se priva a los niños de su derecho a la educación” y mil barbaridades más.

Los grupos de poder, contrarios a AMLO, seguirán con sus campañas de: “No le crea a Hugo López-Gatell” o “Ya urge que abran las escuelas”. Dichos pronunciamientos son válidos, no existe censura y son muy útiles, porque nos dejan ver claramente quiénes están a favor del cuidado de la salud, la protección y el bienestar y a quiénes no les importa nada de eso, solamente tratar de recuperar el poder perdido y reconquistar sus antiguos privilegios.

Sin embargo, en nosotros, los ciudadanos de a pie, está la solución para terminar con la pandemia. Responsabilidad y conciencia social para prevenir y evitar el aumento de contagios. También las vacunas harán su parte, pero la solución está en ti, amable lector.
Envío un fuerte abrazo y mi más sentido pésame a los familiares y amigos de Don Gonzalo García Ramírez, muy querido amigo, hombre de gran corazón, servicial como pocos. Su recuerdo perdurará por siempre en nuestras vidas.
raugargut@gmail.com