Claudia Tonantzin Larrainzar Pérez
“Narciso en la fuente no está entregado tan sólo a la contemplación de sí mismo. Su propia imagen es el centro del mundo. Con Narciso, por Narciso, es todo el bosque el que se mira, todo el cielo el que viene a tomar conciencia de su grandiosa imagen”.
Gaston Bachelard, El agua y los sueños.
Mirarme de frente.
Al espejo frente al reflejo de cada día
la vida entera pasa por delante,
¿un año más?, ¿un día más?, ¿unas horas más?
Una mujer camina y segura se proyecta hacia las promesas
del día, de la tarde, de la noche.
Hay un velo que cubre sus ojos, las manos torpes comienzan a
desanudar miedos envueltos en pasados que no sirven de nada.
Los dedos, uno a uno, recorren senderos que transitan en un zigzag de vida,
descifran códigos personales.
Abriendo y cerrando posibilidades avanza de frente y se mira,
sonríe, toma el mundo por las manos, avanza segura hacia el espejo,
cada paso la acerca a tocarse, a sentirse completa, humana.
Vulnerable y abierta posa los dedos que tocan la realidad que transita por anhelos,
sentir sintiendo es lo que exclama cada paso firme, segura de que al final de su camino
el reflejo contempla a la mujer que hoy es y no la que fue.