Desventurado país que a cada generación
tiene que destruir a los antiguos poseedores
y sustituirlos por nuevos amos, tan rapaces
y ambiciosos como los anteriores

Carlos Fuentes

Decíamos que una de las críticas a la democracia actual radica en sus limitadas aspiraciones cortoplacistas y, al mismo tiempo, en el desprecio por el propio pueblo presente y futuro por parte de quienes ejercen el poder real en las sociedades.

Román Krznaric apunta que precisamente por las fallas que como sistema político imperfecto presenta la democracia, es que surgen desde la sociedad ideas a favor de la tecnocracia -con más adeptos entre las personas con mayores oportunidades y nivel de educación en universidades privadas de elite- o de la idea -más burda- de ser gobernados por “dictadores benévolos” o “déspotas iluminados” al estilo de Fidel Castro o Don Porfirio Díaz. Lo mismo hay quienes evocan el ejemplo de China -con una clara dictadura del partido comunista y de Xi Yin Ping-, como un “régimen autoritario que es increíblemente exitoso en planear a largo plazo”.

Pero la realidad es que la historia tiene pocos ejemplos de dictadores benévolos e iluminados, además que “hay poca evidencia de que los regímenes autoritarios” tengan mejores resultados para el pueblo que los democráticos. Suecia por ejemplo, “logra generar casi 60% de su electricidad por medio de fuentes renovables sin tener un déspota” o un tecnócrata “a cargo”, contra el 26% de China; recordando además que el Primer Ministro sueco es un líder social que -si bien se rodea de asesores y expertos y se deja ayudar- él apenas tiene concluido el bachillerato y gobierna uno de los países del mundo con mayores índices de desarrollo humano.

Que si hay maneras y se debe reinventar la democracia representativa, eso parece que es urgente. Los políticos sólo están obsesionados con elecciones y los poderes fácticos detrás y encima de los actores políticos con los políticos que van a participar en esas elecciones para asegurar que sus intereses sean preservados. Por fortuna, señala Krznarik, algunos movimientos “por los derechos e intereses de las futuras generaciones” están “empezando a surgir a escala global”, de cara a la “amenaza de un colapso ecológico” y otras muchas problemáticas.

Luego entonces, parece que el sueño de un mesías, un salvador de la patria, un Golden Boy o un hombre ultra preparado de la Universidad de Harvard o de Yale, al estilo de los últimos seis presidentes de México, no debería ser “la única opción para enfrentar nuestras crisis a largo plazo. La democracia ha tomado muchas formas y se ha reinventado muchas veces, desde la democracia directa de los griegos hasta el auge de las democracias representativas en el siglo XVIII”. Por eso, en palabras del filósofo, científico social y autor de El poder de pensar a largo plazo, “La próxima revolución democrática” que empodere a la ciudadanía “de las futuras generaciones y descolonice el futuro, bien podría estar en el horizonte político”.