Por: Mónica Teresa Müller

 

Golpea el recuerdo de las festividades saturnales en honor al Dios Saturno en épocas del Imperio Romano; el de aquella Grecia que veneraba a Dionisio para celebrar la abundancia en sus fiestas bacanales. Todo eclosiona y el Club era uno de los lugares ideales para el cambio.
El presente internético transgrede las distancias con un “compartir” o un whatsapp y convive, vulnerando al tiempo, con el Dios Momo, el de la burla y el sarcasmo.
Con caretas y antifaces, los tres amigos ingresamos a la trastienda de la boletería del Country Club. Marcos nos había acompañado a regañadientes, brindamos ante su decisión. Con carnet de socio en mano, confirmaron que éramos quienes decíamos ser. La música de la banda que tocaba en el salón principal llegó a cada uno de nosotros y generó alta carga de energía.
Detrás de las máscaras y como en la antigüedad, no había obligaciones ni jerarquías, pero sí, el interés de encontrar una parte del destino a nuestro paso.
No faltó nadie. Los Drag Qeen quedaron ocultos tras el ropaje y un antifaz cómplice; los Otaku llamaron la atención y aunque reconocibles, formaron parte de lo incógnito; los Army se ocultaron tras máscaras y trataron de eludir el bullying. Todo apareció perfecto y colorido, el carnem levare, quitar la carne, la celebración previa al Miércoles de Ceniza se llevaba a cabo según el calendario lunar. Era nuestra fiesta de carnaval y estábamos dispuestos a disfrutarla.
Recorrimos las instalaciones y antes de ingresar al salón, nos llamó la atención un disfraz de Suzy oveja, la mejor amiga de Peppa Pig. Nos pareció estupendo. Vestía de enfermera, zapatos negros, llevaba careta con nariz rosa, labios color rosa oscuro y mejillas de color rosa pálido; tenía orejas blancas y cola lanuda. Sostenía en una mano un pingüino de juguete.
Conformaba un grupo de cuatro y solo ella hablaba. Nos acercamos. Se notaba que era el centro de atención de los que pasaban. No teníamos que fingir en absoluto que la observábamos y por eso nos pusimos junto al grupo y se percataron de nuestro avance. Las voces eran fingidas y se notó. Suzy oveja, dijo en voz alta:
— Le voy a avisar a Leo León que hay gente que estorba.
Nos molestó que pensara que era la única y resolvimos ir a beber algo antes de asistir al espectáculo.
Marcos estaba inquieto porque su esposa se había quedado sola con los tres hijos. Nos hizo sentir culpables de haberlo convencido para que le dijera, que yo no me sentía bien y le había pedido que esa noche se quedara en casa. Luego de comunicarse con ella, se relajó y fue el Marcos de siempre.
Decidimos ir al salón principal, pero antes pasamos por el baño. Cada uno, desde el retrete que ocupábamos, oímos risas de mujeres que seguro se habían equivocado de tocador. Nos enteramos, porque alguien grito su nombre, que el primero en salir fue Marcos. La disfrazada de Suzi oveja, ya sin máscara, era su esposa.