El asesinato de civiles por tropas rusas en Bucha, una localidad suburbio de Kiev, la capital de Ucrania, muestra hasta donde se puede llegar en una guerra, donde desde antes de su inicio y hasta mucho después de su fin, la razón, la inteligencia y la humanidad se pierden.
Los reportes señalan con apoyo de imágenes de satélites, que Bucha fue uno de los puntos donde la invasión rusa fue detenida casi llegando a la capital Kiev, lo que de entrada cuestiona las afirmaciones rusas de que no se buscaba invadir el país, una argumentación que pronto, muy pronto tras el inicio de la invasión llamada eufemísticamente “operación militar especial” por Moscú, quedó desmentida.
Las imágenes, bien fotografías bien videos, muestran que en esa localidad una columna de blindados rusos fue detenida. Se aprecian los hierros retorcidos de los equipos, casi todos calcinados, lo que revela una organizada defensa pero también equipada de manera eficiente y poderosa.
Esas mismas imágenes captaron lo que apunta a ser una masacre y a la comisión de crímenes de guerra. Se ven civiles muertos en las calles de Bucha. Sobre todo alarma que algunos de los cuerpos tengan las manos atadas a la espalda, lo que revela su estado de indefensión cuando perdieron la vida.
La reconstrucción de lo ocurrido, a cargo de corresponsales de guerra que entraron a la zona tras la retirada de los militares rusos en los primeros días de este abril, destaca la fosa común edificada en los terrenos de la iglesia de San Andrés, el primer patriarca de la iglesia ortodoxa, y que todo hace suponer, contiene los restos de personas martirizadas igual que el también apóstol.
Rusia mantiene su rechazo a que sus soldados hayan sido los autores de esa masacre donde habrían perdido la vida hasta 400 ucranianos habitantes de Bucha, y afirma que se trata de un montaje de las autoridades del país invadido.
Pero en esta época en la que es muy fácil fabricar noticias pero también revelar su falsedad, imágenes satelitales han mostrado que varios de los cadáveres ya estaban en los mismo lugares y posiciones cuando los soldados rusos estaban en dominio de Buchan, es decir, que no se trata de un montaje.
Es obvio que ninguna guerra prescinde de muertos. Muchos fallecidos de atroz manera. Pero si de reglas se puede hablar en este tipo de conflictos, varias tratan de proteger a la población civil y, de manera definitiva, prohíben y sancionan el asesinato premeditado y alevoso de civiles, lo que las evidencias apuntan a mostrar que ocurrió en Bucha.
La denuncia de este tipo de actos se hace indispensable no solo porque niegan lo característico del ser humano, sino porque de ninguna manera es claro que esta invasión rusa a Ucrania esté por terminar. La renuncia ucraniana a formar parte de la Alianza Atlántica debería de bastar porque se estaría cumpliendo uno de los objetivos rusos.
Pero de confirmarse la masacre de Bucha, se vería que esta invasión tiene también los objetivos de castigo y exterminio por parte de Rusia, que de ser culpable, recordaría acciones similares en la que ya parecía lejana guerra de los Balcanes de los años 90 del siglo pasado.
De salida: El Salvador y Perú muestran el naufragio de políticos que habían levantado esperanzas de cambio por su juventud o lejanía de los usos políticos tradicionales. En el país centroamericano el presidente Nayib Bukele, rebasado por las pandillas a pesar de las negociaciones que habría intentado, redujo a dos las comidas diarias que da a los pandilleros presos, y amenaza con dejarlos sin comer si la violencia a cargo de sus compañeros sigue. En el país andino el presidente Pedro Castillo anuló el estado de emergencia que decretó antes de que se cumpliera, ante la negativa social a acatarlo. Ese estado de emergencia buscaba cierta tranquilidad ante la protesta social por el alza de combustibles y de la vida en general, que el mandatario no ha sabido manejar.
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