“Sí, agarró una botella de vino que tenía guardada por ahí, pero ya era poquito”. Así justifican a sus hijos las mamás. “Si tomó vino, pero ya casi no tenía la botella”. No se trata si tenía poco o estaba llena.

La pandemia nos dejó tremendas lecciones de vida. Principalmente sobre el cuidado personal e higiene. Sobre el valor de la vida, las acciones, el vivir plenamente todos los días y muchas, muchas más.

Pero también nos dejó evidentes daños en asuntos de control de emociones, hábitos, incluso algunos valores mal entendidos. Un gran número de nosotros quedamos con un sentimiento de vulnerabilidad, de fragilidad, justificada en muchos casos y ficticia en muchos otros.

Me referiré, en esta ocasión, a los casos en progreso dentro de las escuelas. Al cumplirse un año del retorno presencial a los centros escolares, regresó la alegría a las escuelas que, tristes y abandonadas, permanecieron cerradas más de dos años.

Junto con esa felicidad, también llegaron situaciones inéditas o poco comunes en los planteles de enseñanza. Antes de la pandemia, descubrir a un alumno con un cigarrillo en la escuela era poco común. Hoy, los vapeadores o cigarros electrónicos se venden sin restricción alguna en muchos comercios a los menores de edad. No hay semana en que no aparezca un caso en las escuelas.

¿De dónde tiene dinero un menor para comprar un vapeador? ¿Los papás no se dan cuenta? “¿Quién sabe qué le pasa a mi hijo maestro? Nunca había hecho algo así. De seguro alguien lo está mal aconsejando en la escuela”.

Llega un reporte anónimo: “En el salón fulanito traen vino en un termo de tal color”. La alumna, de escasos catorce años no sabe explicar por qué lleva licor en su termo y le compartió a media docena más de sus compañeros. La mamá no se percató, no revisó su mochila ni el termo.

Un chico de quince años pide que le digan “Lazca”. Su comportamiento pretende ser el de un narco, por lo que dice y expresa. “Está fanfarroneando”, dice su papá. ¿Dónde aprendió esas conductas el menor? Sus papás dicen que así no se comporta en casa.

Los dos años del confinamiento y el consiguiente acceso mayoritario de los menores de edad a las redes sociales y a internet en general, les abrieron un mundo nuevo, fascinante. Internet te puede llevar a conocer lo mejor de la vida y el desarrollo de la humanidad en cultura, arte, ciencia, conocimiento; también te puede llevar a conocer lo más bajo, sucio y podrido que tiene el mundo y la sociedad.

Recuerdo a un amigo que decía que dejarle un celular a un niño con acceso ilimitado a internet era igual que darle una pistola. Suena muy drástico. Usted y yo que somos adultos sabemos que eso es muy cierto.

Dejaremos algunos temas pendientes, porque los arriba mencionados son solo algunos ejemplos. Hay más. Los abordaremos en otro momento. ¿Han sabido de algún caso similar? ¿O de algún conocid@?

Quienes aún tenemos hijos en la escuela debemos tomar la responsabilidad de nuestros hijos. Sí, debemos creerles y darles toda la confianza pero también debemos vigilar y supervisar su actuar. No es un momento fácil para permanecer impávidos ante los hechos.
A quienes nos dedicamos a la educación también nos pesa y ocupa encontrar este tipo de conductas en los chicos, quienes son nuestra materia de trabajo y compromiso con la sociedad.

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