Por Griselda Lira “La Tirana”

Para el pueblo de San José, Hidalgo

La casa de la abuela es grande, cabíamos todos en verano;
como si habitáramos en una matriz,
amontonados pero calientitos. Ahí no se conocía el dolor o la pobreza,
se conocía la molestia y el fastidio de un pie lastimando
la cara, las costillas o el abdomen. Se compartían olores nauseabundos
de una cama donde duermen párvulos que jugaron todo el día.

Comíamos tacos de chile con sal, tortillas recién hechas en un comal improvisado
y éramos felices,
olíamos a establo retando la fanfarronada citadina;
jugábamos en un corral
y hablábamos el idioma del campo en una semana.

Las plantas del jardín, más queridas que a ningún nieto,
van muriendo poco a poco.

Ya no estás.

Y yo busco un refugio en la semilla de mi origen tratando de encontrar
el nido de las golondrinas que piaban en mi pueblo al amanecer,
el caminito hacia los magueyes que adornaban el monte, no encuentro nada.

México, despierto entre tus brazos después de mi derrota
lágrimas corren por mi rostro,
y caen sobre la semilla
que muy pronto será un maizal
para alimentar a mis paisanos.