Por: Christian Falcón Olguín
El pasado 5 de mayo, el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la Organización Mundial de la Salud (O.M.S.) definió el término de la fase de emergencia mundial de la Pandemia de Covid-19 (SARS-COV2), el anuncio vino después de tres años en que la contingencia sanitaria se manifestara a nivel global, después del brote de contagios en la provincia china de Wuhan, el cual se extendió rápidamente de Asia a Europa, América y, al resto del planeta.
Las medidas sanitarias y de higiene que se adoptaron para la contención de los contagios eran simples, pero al mismo tiempo eran todo un reto para las personas, la recomendación del lavado frecuente de manos, el uso de cubrebocas y gel antibacterial, así como la reducción al mínimo el contacto social, a menos que, hubiese la indiscutible necesidad de atender actividades prioritarias y de atención médica.
La Pandemia provocó múltiples percepciones, desde las teorías conspirativas de gobiernos, grupos económicos de poder, científicos, laboratorios y, de índole natural, entre otras; pero, aunque la causa en algún momento se confirmará o desestimará, la realidad es que la catástrofe llevo más allá de las teorías y la ficción, dejando latente la vulnerabilidad humana ante la latente amenaza invisible.
El virus fue implacable y sin distingo de clase social, económica o política, ya que sus efectos y trágicos desenlaces fueron mostrados todos los estratos sociales, desde comerciantes, empresarios, líderes políticos y jefes de estado, así como en deportistas, artistas, estudiantes, profesores e investigadores, es decir, en toda persona que estuviera expuesta y más aún que, minimizara el riesgo de la posibilidad de contagio al dejar de lado las recomendaciones sanitarias.
Los efectos del virus, eran impredecibles, ya que no se tenía certeza de cuáles serían las afectaciones dentro del organismo de cada persona, inicialmente, se identificó y procuró resguardar a grupos vulnerables como adultos mayores y con alguna comorbilidad, considerando que los jóvenes y niños presentarían síntomas menores, pero, de pronto, se presentó la sorpresa de que no importaba la edad o estado físico, sino la manera se tomar con seriedad la evolución del padecimiento y el apoyo de una pronta atención con los medicamentos eficientes, sin embargo, ante la contingencia, y los casos de gravedad iban en aumento, llevaron incluso, a que los tratamientos iniciales fueran de poca efectividad, derivados de una serie de tumbos en la etapa de prueba y error, aunado a la poca disponibilidad de medicamentos y utensilios que otorgaban mejores condiciones y una digna convalecencia en la salud del infectado.
En México en marzo de 2020, el Gobierno de la República y cada entidad enfrentó e intervino con políticas públicas y acciones institucionales que brindarán atención hospitalaria, medicamentos e instrumentos para los infectados; igualmente, respaldó a familiares con opciones que fortalecieran la economía de los familiares, lo cual, desde lo general, cada quien tendrá su visión personal de la efectividad y cumplimiento de su propósito, o si en su caso, solo fueron ocurrencias con falta de sentido común o empatía hacia la sociedad que atravesaba la emergencia sanitaria.
Las vacunas empezaron a producirse con un periodo corto de prueba y aprobación por parte de los organismos internacionales, los científicos desarrollaron métodos avanzados para la elaboración del biológico, sin embargo, fue ahí, donde se inició el caos de la distribución de las vacunas; el forcejeo y negociación de las naciones por obtener la vacuna fueron insuficientes y disparejas, ya que la demanda de aplicación diera preferencia a grupos vulnerables y escalonadamente después a los grupos de menos riesgo.
El gobierno federal y de los estados han iniciado de forma paulatina, la disminución y la cancelación del uso de las medidas sanitarias, estas determinaciones han dejado un claro mensaje, la finalización de la etapa de emergencia, al tiempo de mencionar que en breve se dispondrá la utilidad de la vacuna mexicana “Patria” para refuerzo contra el virus, así, continuar enfrentando este padecimiento en su etapa Endémica.
En fin, la pandemia dejo a toda una ardua tarea para reflexionar lo sucedido, ¿Qué cambio se tuvo antes y después de enfrentar esta situación?, ¿Cómo se enfrentó? y ¿Qué nos quitó o nos dio?
En el Antes y después, la pandemia mostró que tan preparados se encuentran los gobiernos del mundo para emergencias de esta clase, desde lo presupuestal, prevención y reacción, a pesar de que los expertos mencionan que cada cien años se presentan eventos de tal índole, asimismo, define el nivel de la conciencia colectiva y de información que puede tener en cada sociedad, pues las recomendaciones no se cumplieron hasta que los gobiernos intervinieron con sanciones por la gravedad sanitaria y el aumento desproporcionado de contagios.
La manera en como cada persona, familia y amistades vivieron la pandemia fue diversa, desde las medias extremas hasta las relajadas en el confinamiento, en gran medida fue la exposición controlada lo que permitió detener y aumentar la transmisión y, sus trágicas consecuencias. La implementación de clases, trabajo y reuniones en línea se hizo común, pero también estaba la complejidad de quienes tenían que trabajar y ganarse la vida más allá de las actividades virtuales, los médicos en la primera línea de atención a los enfermos y quienes permitieron que ante lo estático se mantuviera al país avanzando, a todos ustedes, el pleno reconocimiento, por su tesón, responsabilidad, conciencia, trabajo con México.
El Covid-19, nos sorprendió arrebatándonos parte de nuestra vida, desde la salud por las complicaciones que se mostraron durante y después del contagio, el empleo buscado o que ante los recortes se dieron en las empresas, las perdidas y cierre de quienes desde el emprendimiento ligaban ventas y comercio, sin dejar de lado, que nos prohibió el tiempo de convivencia y celebración con los seres queridos, y por supuesto, nos arrebató en vida algún familiar, amigo, compañero de trabajo, vecino o conocido, en general podría decir que la pandemia nos quitó la tranquilidad cotidiana de vivir libremente sin ataduras.
Concluyo, mencionando que cada quien tuvo una experiencia y una vivencia ante lo ocurrido, y lo curioso es que la naturaleza de las bacterias o virus con los que convivimos a diario se basan en su insignificancia y su relevancia, así como en el libro de la “Guerra de los mundos”, donde la tierra es amenazada por extraterrestres, estos son eliminados por virus o pequeños microorganismos, aquí también existe un interesante paralelismo a reflexionar: comprensión de convivencia.
En la mitología griega, a Pandora le es confiada una caja para su resguardo con la una petición: “no abrirla”, sin embargo, la curiosidad le gana y la abre, en ese instante, brotarían todas las enfermedades, vicios y desgracias hacia la humanidad, pero, de último momento logra cerrarla, su angustia la consume por haber ignorado la indicación, pero esta le es mitigada al saber que en lo profundo de su interior aún conserva un tesoro, uno tan importante que salvaría al mundo de lo que había dejado salir de aquel cofre, ese invaluable tesoro se llama: La Esperanza.
El Covid-19 continúa afuera, se encuentra invisible y expuesto, la OMS solo levantó la emergencia, pero no la extinción del padecimiento, lo cual debe dejarnos alerta y con el entendido de que cada persona asuma su responsabilidad con el manejo de las recomendaciones, al igual que Pandora la pandemia desató en el confinamiento la exposición del lado oscuro de la condición humana, pero al mismo tiempo pudo haber dejado un destello de esperanza, en donde la empatía de pensar en los demás, por ser receptivos y asertivos, pues no estamos solos, es claro que vivimos, convivimos y coexistimos en un mundo donde todos podemos construir la existencia de un Olimpo o Pandemónium.