Los hombres libres tienen ideas.
Los sumisos tienen ideologías

Teócrito

Siguiendo la línea de pragmatismo político propuesta por Lorenzo Meyer, podemos afirmar, sin mucho temor a equivocarnos, que en México no hay -al menos en la práctica- una oposición ideológica que pueda ser técnicamente diferenciada con claridad entre partidos o proyectos políticos. “En México no hay ideología política. Lo que impera es el pragmatismo”.

¿El pragmatismo es malo? No necesariamente. Depende de cuales sean los fines teleológicos que lo puedan guiar, y es ahí donde sí se distingue en México una diferencia ideológica de medios y de fines legítimos e idóneos, que podrían conducir a los mismos propósitos y resultados ético políticos que coinciden con los fines mismos del Estado Constitucional contemporáneo en todo el mundo libre occidental, sin importar si creemos en presupuestos ideológicos como “la mano invisible” de Adam Smith, la ”lucha de clases como motor de la historia” de Marx, la “tercera vía” de Giddens, la “biopolítica” de Foucalt y otros o la “Cuarta Transformación de la vida pública nacional” de Andrés Manuel López Obrador.

Genéricamente, las ideologías de toda clase son por naturaleza e históricamente estructuras de pensamiento rígido muy contagiosas, principalmente en razón a que son muy cómodas y fáciles de seguir, pues en realidad poco o nada hay que hacer en esfuerzo intelectual o análisis crítico para matizarlas, confirmarlas, refutarlas, agregarles o quitarles algo, y si lo hay, esto es prohibido o incómodo a la luz de sus seguidores y partidarios porque representa alejamiento de la identidad y el dogma de la propia ideología. Pero ideal no es en ningún caso lo mismo que ideología. Los ideales son éticos, la ideología es dogmática.

Nuestros tiempos requieren de ciertos cambios que sean no solamente de forma, sino de fondo. Estamos llenos de distractores; de atomizadores de la atención y el enfoque. Carecemos en promedio de objetividad. Polarizamos o romantizamos en un sentido o en otro. Las extremas derechas e izquierdas están perdidas en el espacio y se debaten como en un juego de futbol en el que la arbitrariedad recae como nunca antes en el poder económico global.

El poder es el poder. Y no hay poder humano que pueda hacer nada frente al poder, a menos que sea otro poder, en cuyo caso tendrá que ser enfrentado por otros poderes, a fin de que ningún poder sea absoluto, por más fuerte que sea. Esto es una nota positiva de la democracia liberal contemporánea.

Lo único que nos hace iguales a los seres humanos es la dignidad, como también la igualdad de derechos y oportunidades en libertad de elegir nuestro camino vital. Pero en ningún caso podemos tener verdadera igualdad sin libertad. Buscar la igualdad sin defender la libertad es tan absurdo como craso error.

¿Los derechos humanos son ideológicos? Sí, desde cierto aspecto. Pero también al estar positivados por el orden jurídico -que es general, obligatorio y coercible- son sumamente concretos y pragmáticos. Por ello creemos en ellos y podemos afirmar que en el siglo XX Ios derechos humanos deben estar llamados a dar equilibrio al pensamiento ideológico.

Aristóteles hablaba del “justo medio”; hoy algo casi tan difícil de hallar como el sentido común. Parafraseando al zoon politikon -el animal político de Aristóteles-, sabremos que nunca seremos dioses, pero tampoco bestias. Simplemente somos humanos.

* Salvador Franco Cravioto es escritor, académico y servidor público hidalguense,
nacido en Pachuca, México, en 1981.