Por: Martha Canseco González

Algunas lectoras y lectores me preguntaron sobre la columna de la semana pasada, sí no me parecía que era una exageración pedirles a los hombres del gabinete de gobierno de la actual administración estatal que no besen a sus compañeras y ni, sobre todo, a mujeres que no conocen.

No lo creo, ya que es una estrategia de los agresores machistas para crear una falsa confianza en aquellas mujeres de las cuales pretenden abusar, o violentar, o usar, o controlar, o evitar que los demanden, o los acusen.

Es una técnica usada por tantos hombres que ahora es casi imposible saber quiénes actúan con honestidad, con sinceridad, quiénes realmente nos aprecian como para mostrarlo con un beso, un acto que generalmente se da en el ámbito privado y sólo con algunas personas, con la pareja, con la familia, por ejemplo, aunque ahí también se puede dar.
En el contexto de la violencia de género, la falsa confianza se da a través de la manipulación de las emociones, pasiones y sentimientos de las mujeres. Su más sofisticada expresión se da en el llamado “amor romántico”. Fingirlo, simularlo, hacer creer, son algunas de sus herramientas.

Muy acertadamente la famosa feminista norteamericana Kate Millet, acuñó la frase “el amor es el opio de las mujeres”.

Es muy fácil manipularnos, uno porque se nos educa para agradar a los hombres, (la heterosexualidad obligada, lean a Adrienne Rich) y dos porque es tal la negación de lo femenino y de las mujeres en este sistema hegemónico, que estamos hambrientas de reconocimiento, de amor, de aceptación y se nos niega, precisamente para dominarnos a través de la manipulación, es una perversa fórmula.

¿Cuántos hombres realmente quieren y aprecian a las mujeres?, creo que sólo aquellos que han tenido la voluntad de romper con sus mandatos de género. Más bien en lo cotidiano muestran realmente cuánto nos odian, ahí están las tremendas cifras de la violencia contra las mujeres, las adolescentes y las niñas.

Hace unos días, la actriz mexicana Cecilia Suárez se preguntaba en su discurso ante la ONU: ¿Qué se odia de nosotras? La sumisión, la rebeldía, el hartazgo. ¿A quién se odia en nosotras? a la madre, a la hermana, a la esposa…
¿Cómo podemos saber las mujeres cuándo están siendo sinceros con nosotras?, ¿Cómo identifiqué yo la falsa confianza, que el secretario de Agricultura de Hidalgo, Napoleón González, pretendió imponerme con ese baboso beso?

A la primera pregunta, la respuesta que encuentro es que resulta fundamental para la vida y la libertad de las mujeres fomentarles, enseñarles, cultivarles su voz interior desde la infancia. Esa voz que te previene, que te dice que algo no está bien, que no hay sinceridad, que va a pasar algo y es antes de que ocurra la violencia o el engaño. Pero se hace todo para que no la desarrollemos.

Hace años, en el contexto del asesinato de la niña Nicole, en Tizayuca, circuló un video de una cámara instalada del lado opuesto donde jugaba ese grupo de niñas y de niños. Se ve cómo el agresor machista se les acerca en una patineta, invade su espacio como diciendo “soy uno de ustedes”, dio vueltas y piruetas, hasta que cayó su víctima, ese es un claro ejemplo de cómo se crea la falsa confianza para violentar.

Respecto a la segunda pregunta, fue muy sencillo darme cuenta de la falsa confianza del secretario; no nos conocíamos, nunca nos habíamos visto, no tenía porqué plantarme un beso. Y, sobre todo, primero trató de controlarme con una mirada de odio.

Soy muy optimista, creo que hombres y mujeres habremos de reencontrarnos en la igualdad, en la equidad, en la justicia y en el amor. Tarde o temprano eso ocurrirá.
Mientras eso se da estaría muy bien que los hombres preguntaran sí pueden mostrar su afecto. No es quitar espontaneidad, es asegurarse de que existe deseo y consenso de ambas partes, sobre todo que no subyace un intento de crear falsa confianza.

Vean lo que están haciendo algunos famosos, aceptan tomarse la selfie con sus admiradoras, pero nunca las tocan, se aproximan lo suficiente nada más para salir en la foto, en tomas grupales pasan el brazo por detrás de los hombros de ellas pero sin tocarlas, en la imagen parece que las están abrazando, pero no es así.

Pueden verlo, por ejemplo, en el caso del actor norteamericano Keanu Reeves, cómo hace un hueco entre su cuerpo y el cuerpo de la admiradora, mete las manos en los bolsillos de su pantalón, eso sí ya no acepta dar ni recibir besos.
Se protege a sí mismo y a su fan.

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