En otros muchos momentos de la historia la comunidad internacional ha atestiguado, sin hacer algo efectivo, la muerte de miles de personas. Por ello de ninguna manera es nuevo que mientras funcionarios diplomáticos que representan a decenas de países o bien a instituciones multilaterales, realizan “intensas negociaciones” para lograr la paz o una tregua al menos, las muertes sigan.

Esa situación ocurre en estos momentos en la Franja de Gaza, la sección occidental de Palestina, donde el ejército de Israel se esfuerza por acabar con todo rastro de Hamás, aunque el costo sean decenas de vidas de palestinos civiles.

Se trata de una situación compleja, es cierto, donde se navega entre concepciones religiosas muy arraigadas de ambas partes. Donde uno de los actores centrales viene de una masacre en cierta medida tolerada por las grandes potencias occidentales de fines de la primera mitad del siglo pasado, y donde al parecer no se ha superado la culpa que eso generó.

También de intereses económicos de ese mismo actor que le permiten presionar para que se detengan desde condenas hasta acciones efectivas contra lo que ya es una masacre. Sin olvidar que Hamás no es bien visto por varios de los países islámicos que podrían presionar con más efectividad para detener las muertes, mientras otros lo apoyan porque coinciden en la visión religiosa pero también porque es su forma de combatir indirectamente a su rival.

En tanto, los palestinos comunes y corrientes mueren.

La situación ha crecido tanto, que el enfrentamiento diplomático se ha vuelto público, algo inusual en las relaciones internacionales. Se puede hablar de crisis luego de que el gobierno de Israel declaró personan non grata al presidente brasileño Inacio Lula da Silva, quien dijo que las acciones militares de Israel en Gaza se equiparan a las de la Alemania nazi contra el pueblo judío en la II Guerra Mundial, pues se ataca a mujeres y niños.
La violencia militar contra civiles también ha hecho crujir la sólida relación entre Israel y Estados Unidos, aunque ante un primer ministro de línea dura e intransigente como Benjamín Netanyahu, un presidente que se presenta de manera pública como suave y dialoguista, sumado a los fuertes intereses israelíes en suelo estadunidense, ocurre que acabe dando marcha atrás la Casa Blanca.

En este contexto la perspectiva de Lula sobre las acciones militares de Israel regresa al mandatario brasileño a la posición de liderazgo que ocupó durante su anterior gestión, y que no ha podido ser ocupada por los gobiernos de otros países considerados de izquierda.
Lula se basa, desde luego, en el poder económico brasileño, donde muchos países occidentales considerados potencias, ya son o quieren ser socios económicos del país sudamericano, y es capaz de mostrar de forma abierta sus desacuerdos con Estados Unidos.

De hecho, en materia internacional, Lula ha retomado el liderazgo latinoamericano, como quedó demostrado en su reunión con el secretario estadunidense de Estado Antony Blinken, donde el jefe del Estado brasileño recordó la necesidad de crear el Estado palestino, además de insistir en una solución negociada en Ucrania, todo, en el marco de la reunión de cancilleres del Grupo de los 20 en Río de Janeiro, grupo del cual México es parte aunque ya no parece ocupar el mismo lugar de influencia que tuvo en otros encuentros.
Y mientras la comunidad internacional condena, discrepa, dialoga o se reúne con agendas donde en los primeros lugares se encuentra la ofensiva militar israelí en Gaza, las bajas civiles palestinas siguen.

Sin ir más lejos, Tedros Adhanom, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS) calificó de “inhumana” la situación sanitaria y humanitaria en la Franja de Gaza, tras recordar que es imposible conseguir agua y alimentos, además de que médicos o enfermeras son bombardeados, sin contar que en los hospitales se carece de medicinas y agua y son considerados objetivos militares por el ejército de Israel.

Se necesita recordar que la división entre población palestina y Hamás no es un muro impenetrable. Por el contrario, se trata de que los militantes del grupo islámico fundamentalista surgen de la población palestina, y para acabar con Hamás habrá que acabar con la población palestina. Este parece ser el objetivo militar israelí.

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