Por: Griselda Lira “La Tirana”
Por mujeres como tú, hay hombres como yo…Fato
Para todos mis compas.
Qué difícil es adaptarse a la libertad, especialmente cuando se ha vivido en el mundo de las apariencias y los convenios maritales propios de la economía política.
Así voy fingiendo con una sonrisa apretada que estoy feliz con las leyes actuales y me acomodo la corbata asintiendo hipócritamente: que si los feminicidios, sin mencionar aquellos asesinatos de varones, que si piden justicia para Lucrecia pero no para Jaime, que si usas las letras de la inclusión e, x, y, o z; que si la sección de mujeres (el límite es hasta aquí) pero a los vagones del metro exclusivos para los hombres, solo les falta el ska como música de fondo porque nosotros, somos ley y no hay pleito en la embestida durante la hora pico.
Que si las empoderadas destruyendo el patrimonio inmaterial de la humanidad y nosotros, reconstruyéndolo; y entonces recuerdo a mi exmujer, a quien decidí llamarle “La Peluda” porque cada día que pasa la veo con ese pelo en pecho y en los sobacos que siempre quise tener ya que yo soy lampiño.
I. No hay equidad, hay presupuesto.
– Abogado, apercíbase.
“Acuérdate, tú solo dices sí o no; porque si contestas de más, te pueden atorar”. En qué instante de la vida me perdí creyendo que estaba enamorado. En qué momento Julieta me enredó en su trama empresarial. Es una…p.
– A ella le toca el cincuenta por ciento de los gananciales.
– No me jodas Rafael, esa morra nunca ha tenido un trabajo formal es una adicta a la cocaína. Es arribista, así es toda su familia, ellos profesan la religión del despojo, el papá es maestro normalista y la mamá igual. Puritanos que la obligaron a estudiar derecho para poder salir limpios de sus tranzas.
– ¿Quieres que te la quite de encima o no?
– Pues sí pero no tengo por qué mantenerla. Soy un caballero Julio, me conoces. Una cosa es que sea un caliente, me encantan las mujeres, soy charro, carajo, sabes que puedo mantener tres, pero no se valen las mentiras en mi contra. No soy el esclavo de esa delincuente disfrazada de empresaria y que, además, vive a expensas de mi lana, yo la saqué de la ignorancia y le pagué los estudios en el extranjero.
– Cállate, ya llegó la juez y es feminista.
II. Me llamo Pedro y soy feminista.
He notado que a las mujeres les gusta que yo les diga: “soy feminista”, en realidad nunca he entendido a ciencia cierta qué es serlo, a todas las mujeres que conozco y se definen como feministas, siempre tienen un falo al que adorar, sea el dinero, el éxito, el poder sobre otros o el narcisismo. Es más, copian lo que odian del machismo.
Me funciona decir que soy feminista porque así consigo más ligues, me hago pendejo, les digo lo que quieren escuchar y puedo justificarme en el discurso que las feministas usan respecto de la libertad sexual y, además, no andan dando explicaciones a los machistas pragmáticos como yo. Chingón. Soy feminista, es más, soy lesbiano.