Conforme se consolidan los números finales de las elecciones al Parlamento Europeo (PE), queda claro que el avance de la ultraderecha hay que analizarlo con cuidado, para entender por qué la población de los 27 países que conforman a la Unión Europea (UE) tiene un malestar, el cual hay que sacar a la luz y corregirlo.
Con cifras preliminares el bloque de derecha y grupos más radicales ganaron en conjunto 24 eurodiputados, mientras el centro y la izquierda perdieron 51 posiciones en ambos casos, en relación a la legislatura saliente.
El Partido Popular y el grupo de los Conservadores y Reformistas (ECR) registraron los principales avances, con nueve posiciones más cada uno, y aún pendientes de contar los números de Irlanda, aunque se estima que no habrá mayores sorpresas.
Quien estuviera preocupado por la subsistencia de la UE como bloque puede estar tranquilo en lo inmediato, ya que no es uno de los temas centrales de, por ejemplo, ECR, el cual se pronuncia más bien contra el centralismo comunitario, y advierte que se va a un súper estado supranacional.
Este rechazo de ninguna manera es nuevo en la UE, pues ya estaba entre los motores que animaron la salida de Reino Unido del eurogrupo. De hecho, la experiencia británica tras su salida de la comunidad, el llamado brexit, anima a fortalecer más que abandonar al bloque europeo.
Pero no debe de pasar desapercibido el dato de la abstención: poco más del 50 por ciento, lo que despierta dudas acerca de la importancia que los ciudadanos europeos dieron a estos comicios y desde luego al PE, y que en parte se alimenta de ese rechazo al centralismo y burocratismo de que es acusada la estructura política y administrativa de la UE.
Otro tema que subyace en los tres días del voto europeo de la semana pasada, es lo que se denomina el “ambientalismo extremo”, lo cual puede parecer como una sorpresa ante los datos simples sobre el calentamiento global y su alza.
En todo caso que el Partido Verde europeo haya pasado de 71 a 52 escaños en estos comicios -pérdida de 19 escaños- debe de ser una fuerte llamada de alerta hacia los defensores del medio ambiente, para que revisen sus métodos de difusión de las calamidades que se enfrentan en este rubro, ya que parece que están creando una reacción opuesta a la del cuidado medioambiental.
En este marco, la primera ministra italiana Giorgia Meloni, de Fratelli d’Italia, partido miembro del ECR, consolida su posición y a su partido como ejes de la derecha europea.
Bandera central de los Hermanos de Italia en el rechazo a la migración, tema que se ha agudizado con los inmisericordes ataques del ejército de Israel a la población civil de Palestina en busca de acabar con el fundamentalista Hamás, ya que se analiza como posible una nueva fuente de migración ilegal hacia Europa, ahora de palestinos de la Franja de Gaza.
Se trata de un temor fundado. En lo inmediato es imposible obligar a la población a soportar sin más los ataques militares israelíes, y en el largo y mediano plazos, a salir adelante en una región sin infraestructura de todo tipo.
Las cifras de la Comisión Europea, el órgano ejecutivo de la UE, señalan que la inmigración irregular es una pequeña fracción total de migrantes que llegan a la UE, apenas 326 mil sobre 3.5 millones de inmigrantes legales, de acuerdo a cifras de 2022.
Sin embargo, la migración, sin documentos o con ellos, parece ser solo el principio del verdadero problema: la integración, donde muchos migrantes tienen dificultades para integrarse y surgen entonces todo tipo de problemas, lo que obviamente disgusta a la población eurocomunitaria, y parece encontrarse en la raíz de su rechazo y su temor hacia los inmigrantes.
Y al igual que con la migración sin documentos que llega a Estados Unidos, en otros contextos, poco a nada se hace en los países de salida para erradicar las causas de esa verdadera fuga, de la cual no puede culparse a quienes se van, pues ni siquiera buscan en la mayoría de los casos mejores horizontes de vida, sino simplemente vivir.