Tal vez lleguen por cientos o por miles a la tierra donde nacieron y de la que escuchan de voz de sus familiares adultos (padres, madres, tíos, primos mayores) historias de infortunio, de esfuerzo denodado para salir adelante, de procesiones religiosas el día del santo patrón de su pueblo cuando todos son convidados a casas para comer, beber y festejar: o de usos y costumbres que buscan reforzar la identidad indígena haciendo valer decisiones comunitarias, de familias separadas por la migración, de tierras áridas o pedregosas o cuesta arriba, de mujeres que se quedan solas con la responsabilidad familiar echada a la espalda.
Esas y esos serán los dreamers que, nacidos en Hidalgo y en otros estados expulsores de mano de obra mexicana a la Unión Americana, forman parte de los cerca de 800 mil jóvenes indocumentados que viven en Estados Unidos y recibieron el amparo o amnistía del Programa de Acción Diferida (DACA por sus siglas en inglés) para poder concluir sus estudios en ese país y que ahora corren el peligro de ser expulsados otra vez, para andar el camino en contrario que los llevó de niños a acompañar a sus padres a buscar el sueño americano,
El martes pasado el presidente Donald Trump dio un ultimátum al Congreso para que en un periodo de seis meses consiga una solución que extienda o arregle definitivamente la suerte de estos jóvenes que temen perderlo todo y llegar a los pueblos de donde partieron sin conocer bien a bien el idioma, las costumbres, el sistema educativo, a los vecinos e inclusive a los parientes que se quedaron y fueron creciendo la familia.
De acuerdo con fuentes del Partido Demócrata existen tres propuestas que podrían dar un respiro a la incertidumbre que viven los dreamers o soñadores,
La propuesta calificada como la más conservadora es la que busca establecer una extensión de DACA que permitiría a los dreamers mantener sus permisos de vivir, estudiar y trabajar legalmente en Estados Unidos por un periodo de tres años, mientras que el Congreso debate y aprueba un reforma migratoria integral.
La propuesta por la que están a favor muchos republicanos es la de permitir solicitar una residencia “condicional” a jóvenes que llegaron a ese país antes de los 16 años y que han estado allí al menos cinco años y que cumplan con los requisitos educativos y penales similares a los de DACA. Este tipo de residencia podría convertirse en permanente luego de cinco años con la opción de convertirse en ciudadanos estadunidenses.
La tercera es similar a la citada líneas arriba pero permitiría convertirse a los dreamers en residentes permanentes “condicionales” inicialmente y luego si cumplen con los requisitos ganarían sus “green cards”, sólo que permitiría a cualquier persona aplicar a este recurso migratorio a quienes hayan estado en Estados Unidos desde los 18 años de edad y vivido allí durante cuatro años, así como otras facilidades como que los beneficiarios podrían obtener sus tarjetas de residencia después de haber estado en la universidad por una cierta cantidad de tiempo, haber alcanzado su graduación o después de haber mantenido su empleo por lo menos durante el 75 por ciento del tiempo de su permiso de trabajo.
La situación no es fácil y los gobiernos estatales que cuenten con población inmigrante con ese estatus deben prever soluciones de estudio y de trabajo a los paisanos que se vean precisados a regresar en caso de que no se llegue a acuerdo alguno en el periodo establecido para ello.
Además es preciso pensar en programas que atiendan integralmente a los jóvenes que retornaran a México y que en sus lugares de origen sufrieran un choque cultural que llegara a impactar a sus familias o comunidades de no contar con salidas viables a su situación.
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