Tradicionalmente, el origen de la ciencia tal cual la conocemos hoy día, se sitúa alrededor de la llamada “Revolución  Copernicana” iniciada en el siglo XVI por Nicolás Copérnico al postular un sistema heliocéntrico, en oposición al geocéntrico heredado de los griegos: consideró que la Tierra giraba alrededor del Sol. En el siglo siguiente Isaac Newton profundiza el modelo de Copérnico. Puestas así las cosas, pareciera que la genialidad de un individuo cambió la historia. Este tipo de visión simplista oculta gran parte de la verdad. Hubo importantes aportes que casi no se mencionan. Uno de ellos es el de los pensadores musulmanes.

En su proceso de expansión, el Islam entró en contacto con distintas culturas, y asimiló sus conocimientos. Hizo una tarea invaluable al traducir al árabe textos clásicos griegos. Hoy día las únicas fuentes que tenemos de una parte de la cultura griega son las traducciones al árabe, ya que los originales griegos se han perdido. No sólo tradujeron los textos griegos, sino que los sometieron a revisión y análisis. La tradición del shukuk (objeciones) permitió por ejemplo desmenuzar los textos de Ptolomeo, un trabajo que allanó el camino para su revisión total.

A esta tarea se agregó el esfuerzo hecho por difusión del conocimiento.En la primera mitad del siglo IX era bibliotecario en Bagdad Mohammed ibn Musa Al-Khuwarismi. El califa le orden escribir un texto de divulgación de las matemáticas, lo que hizo bajo el título de “Al jabr wa’lmuqabalah”. Fue el primer libro conocido de álgebra. La propia palabra álgebra deriva de “Al jabr” y el término algoritmo del nombre del autor: Al-Khuwarismi. El sistema de numeración posicional que usamos es de origen árabe, con influencias de Persia y de la India. Cuando fue introducido en Europa los números se escribían con la tosca numeración romana, originada en las marcas que los pastores hacían sobre un palo para contar el ganado. Intentar resolver las operaciones aritméticas más sencillas con la numeración romana es una pesadilla. Así que el aporte del mundo musulmán a las Matemáticas, que son indispensables en la ciencia moderna, fue decisivo.

La manera en que la ciencia occidental ignora el aporte de otras culturas no debe extrañarnos. En esta columna se han señalado dos grandes injusticias cometidas  con la ciencia procedente de México: el verdadero origen del Papanicolau que se debe en realidad al médico Ramírez Ulloa, y el descubrimiento de un nuevo elemento químico, ahora conocido como vanadio, en minerales procedentes de Zimapán, Hidalgo. Se ignoró a Ramírez Ulloa y se negó que lo descubierto por Andrés Manuel del Río, químico español residente en México, fuera un nuevo elemento…sólo para redescubrirlo años después. Todos recibimos aportes, influencias y conocimientos de otros, mal que les pese a los que se creen dueños de la verdad y del conocimiento.

 

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