Dicen que la esperanza es lo muere al último, y eso lo han demostrado las empresas constructoras hidalguenses, que por un lado se enfrentan a una muy magra obra pública, y por el otro, a una obra privada que se reserva para las grandes empresas, aquellas con poderío económico, entre las que se cuentan muy pocas locales.
Pasan por tiempos muy difíciles las constructoras hidalguenses: falta de obra pública y una casi inexistente obra privada ha llevado a muchas de ellas a despedir a su personal, a vender o rentar su maquinaria y a sobrevivir con lo más indispensable… con la esperanza de que “caiga una obrita”.
De ahí la importancia de las reuniones que organiza la Secretaría de Desarrollo Económico (Sedeco), con las organizaciones empresariales, para que se entrevisten con directivos de empresas como Grupo Modelo o Gicsa, esta última, la desarrolladora del proyecto Explanada, la que será la plaza comercial más grande de Pachuca y la región.
Empresas que han encargado lo fuerte de sus obras a las grandes constructoras que han venido trabajando con ellas tradicionalmente y que cuentan con un elemento fundamental: capacidad económica, de financiamiento, de “te construyo ahora y luego me pagas”, que es lo que buscan las grandes empresas y el propio gobierno federal.
Esperan las empresas locales “las últimas gotas” en el reparto de las obras de estas grandes empresas que llegan a Hidalgo, es decir, las más pequeñas, pero que vendrían a aliviar su dramática condición.
Y es que mucho han insistido, pedido, reclamado los empresarios locales: que se reflejen en la entidad los beneficios de la derrama económica de los 27 mil millones en inversiones que se han anunciado en la presente administración estatal.
Platicar con constructores locales permite conocer que la bonanza de años anteriores está quedando en el olvido: a los cada vez más bajos presupuestos federales destinados a obra pública en el estado, se han sumado recortes de última hora. Un fenómeno que no es privativo de Hidalgo pero que viene a afectar a las entidades más débiles en lo económico, entre las que se ubica Hidalgo.
“Entonces, si casi no hay obra pública, que nos apoye el gobierno para que seamos hidalguenses los que construyamos las obras que requieren las inversiones que llegan a la entidad”, es el reclamo.
Sin embargo las decisiones no las toma el Ejecutivo estatal sino las empresas.
La realidad es que la tendencia, cada vez más generalizada, es la que han dado en llamar “llave en mano”, es decir, pedir a las constructoras que edifiquen las obras con su propios recursos, las que cobrarán una vez que las entreguen… o algunos meses después.
Así se construye el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, así se construyeron vialidades como el Arco Norte, y es por eso que quienes construyen la nueva terminal aérea son Carlos Slim, Olegario Vázquez Aldir, Carlos Hank Rhon, entre otros.
Pero como estos señores tienen poderío económico, político, pero carecen de albañiles y maquinaria, entonces trabajan a base de subcontratar las obras a empresas medianas, las que a su vez subcontratan a empresas pequeñas, en una cadena que da como resultado la concentración de la riqueza y la paulatina desaparición de las empresas pequeñas.