Acepto mi ignorancia. Mi falta de imaginación para entenderlo y visualizarlo. Mi inquietud como mexicana. No alcanzo a comprender cómo funcionará el país sin delegaciones federales en los estados, con la salida de las secretarias de Estado de la Ciudad de México y su ubicación en el interior del país.
Y es que rechazo, de entrada, salidas tan simplistas como pensar que se tratará solo de un cambio de estafeta, de nombres y apellidos, y de una aberrante, descomunal y muy riesgosa concentración de poder.
Al leer por vez primera la noticia pensé que muy probablemente era una mala interpretación de lo informado; que eso de sustituir las 32 delegaciones federales que operan, en promedio, en los estados, por una coordinación federal en cada entidad, concentradora de los recursos federales, encargada de aplicarlos y, lo más incongruente según lo leído, solo obligadas a rendir cuentas al presidente de la república.
La cara de sorpresa, de dudas y preguntas que llegan a raudales no se me quita.
Acepto, de entrada, que los gobernadores de los estados, los “virreyes”, los que hasta ahora nombraban y quitaban a los delegados federales, colocando en las delegaciones a gente de su confianza, necesitan contrapesos. Pero en ese caso, ¿no era suficiente conque los delegados fueran designados directamente por Andrés Manuel López Obrador?
Acepto también que algunas delegaciones –además de infinidad de órganos descentralizados del gobierno federal y los estatales-, consumen infinitamente más recursos en su gasto corriente que los recursos que aplican en programas oficiales, que ameritan ser reestructuradas.
Pero dudas más preocupantes me asaltan cuando intento imaginar la concentración del poder económico –“mano dadivosa, mano poderosa”-, y por tanto, del poder político, que tendrán estas coordinaciones.
La preocupación es profunda cuando me pregunto si estos coordinadores estatales –Abraham Mendoza, líder de Morena, en el estado de Hidalgo-, tendrán los conocimientos suficientes en economía, en cuestiones laborales, agrícolas, educativas, ambientales, comerciales, por mencionar solo algunas, para que su gente – hombre, ¡tendrán que delegar funciones si quieren dormir unas horas, bañarse y comer!-, actué con la certeza y la transparencia ofrecidas por López Obrador.
Y es que desaparecer delegaciones como la de la Procuraduría General de la República necesitará, para evitar el caos y la impunidad totales, mucho más que buenos deseos, que ideales y de la participación papal.
Una pregunta que me asalta es: un empresario chiapaneco ¿tendrá que viajar a la Ciudad de México, y de ahí a Monterrey para tramitar personalmente ante la Secretaria de Economía? ¿Realmente alcanzará México una modernidad primermundista en tramitología oficial digitalizada para evitar estos desplazamientos?
Y con la experiencia que vivimos en Pachuca cuando se intentó desconcentrar la entonces Subsecretaría de Minas al hasta hoy Centro Minero Nacional, en Pachuca, ¿no preferirán los burócratas sindicalizados renunciar que mudarse de lugar de residencia? ¿esa es la tirada?, ¿que renuncien?
Dijera John Emerich Eduard Dalberg-Acton –Lord Acton-: “Power tends to corrupt, and absolute power corrupts absolutely” –El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente-.
Espero con ansias, como me imagino que millones de mexicanos lo esperan también, que López Obrador presente a detalle este proyecto, para despejar tantas dudas e inquietudes.
México ya no aguanta más.