« Todo lo que la noche dibuja con su mano de sombra: el placer que revela, el vicio que desnuda. Todo lo que la sombra hace oír con el duro golpe de su silencio: las voces imprevistas que a intervalos enciende, el grito de la sangre, el rumor de unos pasos perdidos». La noche es la región oculta iluminada por los blancos huesos de la muerte; es el talismán que abre la puerta de la divinidad ignota. Coronada de luna, vestida de sombra y adornada de silencio es el vientre abierto sobre el que dejamos nuestras huellas.
La poesía de Xavier Villaurrutia (1903-1950) ha pasado por la literatura mexicana como una de las sombras de sus poemas. Sus “Nocturnos” son lo más leído de su obra lírica, quizás por la llamativa ambivalencia que presentan, pues, a diferencia de los nocturnos del romanticismo que musicalmente son melodiosos, los de Villaurrutia pareciera que esconden un enigma que nos atrae por su absoluta irresolución. Él perteneció al grupo de Los Contemporáneos cuya finalidad era reunir a los intelectuales más destacados para transformar a la sociedad, no hay lugar a dudas de que la pertenencia a este grupo direccionó la literatura de Villaurrutia hacia una perspectiva filosófica de la poesía.
«Todo lo que el silencio hace huir de las cosas: el vaho del deseo, el sudor de la tierra, la fragancia sin nombre de la piel. Todo lo que el deseo unta en mis labios: la dulzura soñada de un contacto, el sabido sabor de la saliva.» Pero la noche no es únicamente el territorio donde lo funesto ocurre, también es el refugio de los amantes, la casa de la carne, el sitio donde el placer se escurre como un vaso incapaz de mantener su contenido. Los parques y callejones son testigos de la danza de las columnas móviles, las cuales se acercan hasta encontrar su complemento.
El 25 de diciembre de 1950 falleció Xavier Villaurrutia. En este día los cristianos celebran la navidad, es decir, el nacimiento de Jesús; años antes los romanos llamaban a esta fecha el ‘sol invictus’, pues la muerte del invierno estaba cerca. Villaurrutia lo sabía y negándose a recibir aquella luz que fragmentaría su lóbrega poesía le asistió la muerte en condiciones misteriosas.
« Y todo lo que el sueño hace palpable: la boca de una herida, la forma de una entraña, la fiebre de una mano que se atreve. ¡Todo! circula en cada rama del árbol de mis venas, acaricia mis muslos, inunda mis oídos, vive en mis ojos muertos, muere en mis labios duros.» Estos son los últimos versos de su poema “Nocturno”. Si el lector ha sido atento habrá notado que las estrofas están encadenadas simbólicamente. Noche, sombra, silencio, deseo y sueño son los elementos eslabonados que van dando un sentido continuo a cada estrofa. ¿Qué es la noche sino todo aquello que nos ocurre dentro de las venas?
Bajo el oscurecido cielo el árbol humano se mantiene erguido. Estatua de la soledad cambiante. La noche aparece frente a nosotros con cada parpadeo sin importar si el sol se encuentra en su cenit. Parpadeo, llegada de la noche. La muerte es una niebla que nos corre por las venas.