Como un suspiro, como agua entre las manos y una lección que debemos repasar y repasar para no olvidar jamás, así se nos pasa la vida. Recién se cumplieron 35 años del sismo de 1985 y 3 del que nos sacudió nuevamente en 2017.
Está demostrado que cada vez que la naturaleza nos enseña lo poderosa que es, ya sea por inundaciones, tormentas atípicas, huracanes, granizadas severas, etc., los mexicanos nos organizamos, nos preocupamos y lo más importante nos ocupamos; ya sabemos de qué y hasta dónde somos capaces cuando nos organizamos.
De las grandes lecciones que no debemos olvidar: la gran brecha que hay entre ciudadanos e instituciones; el abismo entre partidos políticos y ciudadanos; que la seguridad no está garantizada ni en tiempos de crisis; que las redes sociales son un arma de doble filo; que los jóvenes pueden mucho más de lo que ellos mismos piensan; que el gobierno debe optimizar su sistema de comunicación en tiempo real con los ciudadanos; que la corrupción tarde o temprano pasa la factura; que sí hay gente buena que aún sin dinero hace mucho más que otros que tienen posibilidades y que optan por no hacer nada, y lo mejor, que somos mucho más fuertes de lo que creemos.
Hemos demostrado que podemos hacer mucho más que las mismas autoridades cuando éstas se ven rebasadas y no dan respuesta a las necesidades inmediatas (Covid-19 es un perla de ello); hemos demostrado que podemos ser empáticos, que podemos hacer nuestro el dolor y el sufrimiento de alguien más, y que más allá de los que ostentan el poder, podemos lograr lo inimaginable. Una prueba de ello es el cambio que se dio en las elecciones del 2018. Si después de casi dos años los resultados son deficientes y está comprobado que están muy alejados de las promesas y la mínima reciprocidad, ya sabemos que juntos podemos cambiar nuevamente el rumbo del país. ¿Lo dudas?
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