Originaria de San Antonio Cuaxomulco, Tlaxcala, un pueblo de alrededor de 5 mil habitantes enclavado en las montañas, la doctora Audrey Magdalena Ortega Ramírez, investigadora postdoctoral en el Hospital Universitario (Uniklinik) de la Universidad RWTH de Aachen, en Alemania, nunca imaginó que su amor por la ciencia la llevaría a ser una científica de talla internacional.
“Mis padres me dijeron que mi única herencia era el estudio y sería tan grande como yo lo quisiera. Y sí, fue grande”, responde mientras sus ojos se iluminan.
La joven científica se define como “meramente BUAP”. Estudió la Licenciatura en Biomedicina, así como la Maestría y el Doctorado en Ciencias Fisiológicas. “Sabía que sería científica y eso me emocionaba muchísimo”. Actualmente ha publicado cuatro artículos de investigación en revistas indizadas y tiene una solicitud de patente en conjunto con la BUAP: “Fabricación de una matriz de electrodos de silicio aleatoriamente distribuidos para el registro de la actividad eléctrica de tejido cerebral”, cuya aplicación se enfoca al estudio de la epilepsia.
Con la firme convicción de que la ciencia es multidisciplinaria, asevera que las colaboraciones con otros expertos, como físicos, matemáticos y programadores, enriquecen una investigación y brindan otras perspectivas. Así surgió la solicitud de patente mencionada, resultado del Cuarto Concurso Estudiantil “Prototipos de Innovación Tecnológica”, organizado por la BUAP en 2018, que obtuvo el segundo lugar, en la categoría “Alta tecnología”.
“Su fabricación es fácil y barata. Primero hicimos el trabajo de biocompatibilidad para ver si esta matriz de electrodos de silicio era compatible con el tejido cerebral y después sembramos neuronas encima para estimular de un lado y registrar del otro. A la par se diseñó un software para leer el electroencefalograma en cuestión, definir el tipo de epilepsia y sugerir propuestas de neurólogos”.
Casualidad o destino
Durante su estancia en la Máxima Casa de Estudios en Puebla, Audrey Ortega Ramírez estudió la electrofisiología de las células ciliadas del ámpula vestibular, los ganglios de la raíz dorsal y los canales iónicos ASIC (del inglés Acid Sensing Ion Channels) que se activan con cambios de pH en el cuerpo humano, los cuales se relacionan con procesos fisiológicos, como la percepción del dolor, memoria-aprendizaje y patologías como la isquemia cerebral, epilepsia y adicciones.
Esta última área de investigación la atrapó por completo, tanto que se volvió fan del profesor Stefan Gründer, uno de los científicos más importantes en el estudio de canales iónicos ASICs. “El primer paper que leí de canales ASICs fue de él. Me gustó tanto que anhelé algún día trabajar con él”.
Fue tan grande su deseo, que el Universo conspiró a su favor. “Estaba por terminar el doctorado y me becaron para asistir a un curso de Biofísica en Erice, Italia. Allí compartí cuarto con una postdoctorante del doctor Gründer. No lo podía creer, casi le pedía su autógrafo”, narra con emoción.
Tras este encuentro se enteró de una plaza de estancia postdoctoral en el laboratorio del doctor Gründer, en el Instituto de Fisiología de la Universidad RWTH de Aachen. Sin pensarlo demasiado compitió por este lugar y fue aceptada. Su investigación actual es el estudio de los mecanismos de acción y sitios de unión de diversos compuestos sobre canales iónicos relacionados con isquemia cerebral y dolor.
“A largo plazo buscamos modular estos canales para inhibir la muerte de neuronas por isquemia cerebral, lo cual daría paso a la propuesta de nuevos fármacos. Si estos canales se bloquean o modulan el daño puede ser 60 o 70 por ciento menor, lo cual podría revertir daños neurológicos, como la pérdida del lenguaje y movilidad. Sabemos que existen endorfinas que actúan sobre estos canales, por lo que nos interesa saber específicamente en qué sitio intervienen y cómo”. Para ello utiliza métodos de electrofisiología, análisis in silico de modelaje de proteínas y técnicas de biología molecular, como Western blot.
Un clic inmediato
¿Cómo empezó todo esto? Se pregunta la doctora Ortega Ramírez. Fija la mirada al techo para rememorar a la joven Audrey de 18 años, quien soñaba con ser médica y que rechazó a otras dos universidades por estudiar Biomedicina en la BUAP, una carrera con la cual tuvo un clic inmediato en cuanto conoció su plan de estudios. “Siempre tuve curiosidad por saber cómo funcionaba el cuerpo humano, por qué pensamos, por qué sentimos y el plan de Biomedicina era eso, era perfecto”.
En ese entonces, relata, era complicado ser aceptado porque se necesitaba un alto puntaje para entrar y había pocos lugares. “Fue una fortuna quedarme”. Con la buena noticia, sus padres apoyaron con entusiasmo su decisión. Dejó su lugar de origen para trasladarse a la ciudad de Puebla. Cambió la tranquilidad de las mesetas y llanuras por el bullicio de la urbe. “Ser foráneo siempre es un reto. Aprendes desde valerte por ti mismo, hasta ahorrar dinero”.
“Cuando elegí Biomedicina sabía que sería científica y eso me emocionaba muchísimo”. Tras cursar el tronco común de su carrera en la Facultad de Medicina, optó por especializarse en el área de Fisiología. En el Laboratorio de Neurofisiología Sensorial del Instituto de Fisiología, los doctores Enrique Soto y Rosario Vega inculcaron en ella la pasión por la ciencia y el interés por descubrir otras formas de investigación en el mundo. “Gran parte de lo que soy ahora y he logrado ha sido por ellos”.
Por consiguiente, realizó estancias de investigación en el Laboratorio de Medicina Genómica en el Hospital General “Primero de Octubre” y en el Departamento de Neurociencia, de la Escuela de Medicina de la Universidad Federico II de Nápoles, Italia. Asimismo, asistió a cursos internacionales como el de la 44ta. Escuela Internacional de Biofísica “Antonio Borsellino”, en Erice, Italia, y “Métodos in silico para la predicción de complejos biomoleculares y diseño de fármacos”, en Aachen, Alemania.
Regresar a México
Dentro de algunos años, la doctora Audrey Ortega Ramírez, quien también es integrante de la Society for Neuroscience, espera tener su propio laboratorio de investigación y le encantaría regresar a México, sobre todo a Puebla, “porque de ahí salí”.
“La BUAP además de brindarnos herramientas para competir, personalmente me brindó herramientas para colaborar, un pensamiento crítico y la capacidad de proponer ideas”, asegura convencida.
Por lo tanto, invita a las generaciones futuras a no tener miedo de las cosas nuevas y aprovechar las opciones de crecimiento que brinda la Universidad. “No se cierren solamente a una cosa, traten de buscar y ampliar su perspectiva lo más que puedan para crecer en todos los ámbitos”.
Al final de la videollamada confiesa entre risas que no quería ser entrevistada. ¿Qué cambió? “Al final creo que es importante para los jóvenes que se den cuenta de que hay otras cosas, de que pueden salir. Yo con mi doctorado de la BUAP no solamente puedo competir, sino también proponer nuevas investigaciones”.
“Valoren lo que tienen y aprovéchenlo, porque muchas veces las oportunidades están ahí y no te das cuenta de lo que tienes. No es fácil, hay momentos en donde dices yo creo que esto no va a ser para mí, ya no puedo, creo que mejor me regreso a mi casa. Pero lo importante, es creer en sus propias aptitudes y sean cooperativos”. La doctora Audrey Ortega Ramírez es ejemplo de este esfuerzo y constancia.