Hoy Día de la mujer, se conmemora la lucha de cientos de mujeres que nos antecedieron y cuyo objetivo era lograr obtener los derechos que como seres humanos les correspondían: el derecho a la salud, a la educación, a decidir si querían tener más hijos o no, al divorcio, a votar y ser votadas como ciudadanas, a un trabajo con condiciones justas de salud y de salario, entre otros.
Hoy es un día en el que recordamos que gracias a aquellas mujeres (algunas incluso perdieron la vida), las de hoy gozamos de los mencionados derechos. Pero este año la conmemoración es especial; este año, nos toca vivirla en la peor pandemia que en más de un siglo ha enfrentado la humanidad.
Al sexo femenino no sólo le ha afectado a nivel salud sino a nivel emocional. Desde que el COVID-19 llegó a nuestro país el panorama se complicó para las mujeres. A tan sólo un mes de iniciado el confinamiento obligatorio, las cifras de llamadas de auxilio por violencia doméstica se dispararon y mes con mes fueron aumentando. A prácticamente un año de encierro, desgraciadamente no se vislumbra que las condiciones para las féminas en nuestro país vayan a mejorar.
¿Que por qué aumentó la violencia contra las mujeres? La razón es muy sencilla y hablaba de ella en una entrega anterior: al pasar las parejas más tiempo en casa, las mujeres se encuentran más expuestas a sus agresores.
En cierta forma y lo he señalado también, sus trabajos eran un tipo de refugio, pero al laborar desde sus hogares aumentó el tiempo de exposición a las posibles agresiones de sus esposos.
Asimismo, se incrementaron los casos de embarazos no deseados pero no sólo en niñas y adolescentes sino en todos los rangos de edad, porque muchos maridos aún fuerzan a sus mujeres a tener relaciones sexuales aunque ellas no lo deseen. Esto de hecho también se considera violación. Los varones creen que por estar casados o juntados, tienen el derecho de obligar a sus parejas a sostener relaciones, lo cual es totalmente falso.
A cualquier edad, un embarazo no deseado es algo difícil de afrontar, pero por supuesto que en niñas y adolescentes lo es mucho más.
El año pasado leí un artículo sobre embarazo adolescente en Argentina y Latinoamérica y narraba la difícil situación que les tocará atravesar a todas aquellas chicas que durante la pandemia quedaron embarazadas. Un rasgo en particular, tristemente será el rezago educativo que padecerán; al tener que hacerse cargo de un bebé a tan temprana edad, sus posibilidades de continuar sus estudios se reducirán, lo cual sin duda repercutirá en su futuro y en el de sus bebés.
Desgraciadamente suele ser una fórmula que casi no falla: a menor nivel de estudios, mayor exposición a violencias y rezagos está una mujer. Esto provocará que en los siguientes años las cifras de féminas violentadas aumenten en vez de disminuir, contrario a lo que se esperaba antes de la pandemia.
En México aún nos falta casi un año para que toda la población quede vacunada y podamos retomar casi al 100% la normalidad. Es decir, todavía aumentará la cifra. A nivel mundial no les está yendo mejor.
Los objetivos de la Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer, mejor conocida como Belém do Pará celebrada en 1994 y de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing celebrada en 1995, sufrirán un atraso inevitable ante tan desalentador panorama.
Algunos de los puntos en los que la Plataforma de Acción de Beijing busca incidir para una mejora en las condiciones de vida de las mujeres están los siguientes:
- La niña.
- La mujer y la economía.
- La mujer y la pobreza.
- La violencia contra la mujer.
- Los derechos humanos de la mujer.
- Educación y capacitación de la mujer.
- La mujer y la salud.
- La mujer en el ejercicio del poder y la adopción de decisiones.
Lamentablemente, el COVID-19 se atravesó en el camino de la lucha contra la violencia hacia las mujeres. Si de por sí ha sido lento y tortuoso, ahora lo será más.
Nos leemos el próximo lunes.
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