El sábado 27 de marzo Victoria Esperanza Salazar, de 36 años y originaria de El Salvador, fue sometida por policías preventivos de Tulum, Quintana Roo, quienes le ocasionaron una fractura en cuello, lo que provocó su muerte. El Instituto Nacional de Migración (INM) informó que residía en México en calidad de refugiada.
La Fiscalía General de Quintana Roo ejerció “acción penal a los servidores públicos municipales por su probable participación en el feminicidio de una víctima en Tulum”. Pensar que todos los policías preventivos cometen abusos policiales es incorrecto, es necesario historizar sobre los cuerpos de seguridad; fueron creados desde el origen de la civilización bajo la premisa de proteger al poder, con la evolución humana se han hecho intentos por orientar esta función hacia la seguridad ciudadana, pero es evidente que la inercia histórica prevalece. Una muestra más de esto serán los cuatro policías preventivos quienes son procesados por feminicidio.
Es poco probable que el juzgador considere como elemento desencadenante la falta de capacitación en ellos, capacitación que es responsabilidad de los tres niveles de gobierno sin excusa. Estos cuatro policías preventivos poseen una Clave Única de Identificación Permanente (CUIP), registro que tiene cada policía nombrado en este país, lo cual indica que el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) los capacitó a través de las Academias nacionales, estatales y municipales. Lo que vimos en este lamentable hecho no fue una ejecución, fue una serie de errores técnicos y tácticos que derivaron en la muerte de esta mujer salvadoreña.
La capacitación técnica y táctica permite atender los eventos presuntamente delictivos conforme a las circunstancias particulares de cada auxilio prestado; en este caso, era una mujer, migrante, desarmada, según testigos no confirmados, alcoholizada, no hubo factores de riesgo para los uniformados, ellos eran cuatro, nadie impidió el arresto.
La superioridad numérica es favorable para evitar lesiones en los detenidos y en los policías que intervienen. Los errores tácticos en que incurrieron estos policías evidencian también su falta de perspectiva de género, son hombres los que colocan uno de los aros de seguridad (esposas), la derriban boca abajo y esposada hacia atrás, a partir de ese momento dejan sola a la mujer policía para terminar de esposar y controlar, mientras ellos tranquilamente siguen conversando.
Esto es evidentemente una falta total de conocimiento sobre los efectos de las posiciones al esposar, no tomaron en cuenta la posición en que la dejan, su sobrepeso evidente, el estado etílico. Una actitud indolente, sin empatía y sin profesionalismo ocasionó que perdieran la perspectiva, dejando a su compañera en una lucha en solitario.
Encerrados en la idea retrógrada sobre que las mujeres deben ser sometidas por mujeres policías, cualquier hombre policía puede controlar a una detenida, siempre que observe resguardar su dignidad. El caso Atenco contra el Estado Mexicano hizo público lo que algunos policías hombres hacen con las mujeres detenidas.
Sin abuso sexual, ni acoso en la detención no hay señalamiento de violencia de género en su contra. La falta de habilidades en la conducción y trabajo en equipo ocasionó que la policía no pudiera sentarla lo cual es una maniobra sencilla una vez colocadas las esposas solo giras al detenido por un hombro y se impulsa el otro hombro, una vez sentada con otro movimiento igual de simple sin mucha fuerza se le pone en pie indicándole que flexione una de las extremidades, esto es lo que debe ser entrenado y supervisado en las materias básicas de formación policial avaladas por el Sistema Nacional.
Ningún policía preventivo solo con portar un uniforme adquiere los conocimientos especializados para sus funciones, requieren capacitación y profesionalización continuas. Serán juzgados como únicos responsables de esta lamentable muerte, las autoridades encargadas de su capacitación exhibirán los certificados que otorgaron en la formación de estos policías y se deslindarán. Como ciudadanos debemos cuestionar la eficacia de esas capacitaciones, finalmente es recurso público y son funciones que resguardan la vida e integridad de los individuos en esta sociedad. Los policías también necesitan ser pensados y apoyados de mejor forma.
Abigail Baez