Con buen número de exposiciones individuales en Oaxaca, Ciudad de México, Guanajuato, en Chicago, el trabajo de Cristóbal Montoya va viento en popa conquistando galerías y coleccionistas.
–Ya has conseguido un buen número de exposiciones individuales y colectivas a nivel nacional y comienzas en el plano internacional.
–Si, gracias a Dios se me han abierto las puertas de varios lugares para poder mostrar mi trabajo; trato de disfrutar y emocionarme de cada oportunidad que tengo de exponer y de poco a poco ir construyendo una carrera sólida, sin demasiada prisa; prefiero dar un pequeño paso sobre la roca a dar cuatro pasos sobre la arena.
El discurso trasciende al encontrar muchos elementos que Montoya salpica alrededor de los personajes, así que la pintura se vuelve compleja cuando decide que debe tener una lectura más profunda.
–El juego de los cabellos que parecen estirarse más allá de lo común, enredados en ráfagas de viento; la tosquedad de cuerpos y rostros o la incorporación de figuras o flores que tiñen de sentimiento oaxaqueño tu obra, son rasgos también muy particulares de tu trabajo. ¿Cómo consigues amasar todos estos elementos para transmitirlos en una sola propuesta visual discursiva? ¿Volvemos a la similitud con la literatura? ¿Gustas de contar historias visuales?
–Sí, considero que mi trabajo es esencialmente narrativo. Creo que cada artista tiene que hablar de la realidad desde la suya y eso es lo que te distinguirá de los demás, todos trabajamos con los mismos materiales y herramientas, pero no todos lo hacemos igual.
Cada uno tiene una personalidad, un criterio propio para decidir qué vas a hacer y como lo harás, que paleta de colores usarás, que incluirás y que no. En mi proceso creativo soy definitivamente muchísimo más intuitivo que técnico, no hago gran trabajo de investigación o de bocetaje; es como si me parara al lado de una piscina, echara un vistazo al agua, la tocara con mis pies y de ahí el clavado, trato de no pensar o maquinar mucho para empezar. Eso lo hago ya después, en el desarrollo, cuando voy construyendo la pieza: empiezo con una idea muy general y poco a poco voy dotándola de un alma, una esencia.
Busco que cada pieza sea original, no una repetición de elementos solo acomodados de diferente manera o con una paleta de color distinta; creo que cada obra tiene unas reglas de juego propias, que se van desarrollando de manera intuitiva conforme vas realizándola y todas estas tienen que estar en consonancia cuando tengas terminada la pieza.
–Si algo te faltara en la vida para continuar creando ¿qué sería?
–Mas tiempo y arrojo.
Por supuesto cuando se trata de personajes oaxaqueños, destaca el indigenismo a través de una exageración virtuosa de los rasgos –que es una constante en casi toda su obra.
–Si quisiéramos encontrar un estilo ¿cómo llamarías a tu propuesta artística?
— No lo he pensado mucho, ni he tratado de encasillarlo, es figurativo, creo que tiene ciertos toques de una atmosfera surreal donde me interesan mucho los personajes como elemento central, pero los títulos que los pongan los críticos.
La carga que Montoya trae detrás y que debe sortear no es ligera, pues el arte oaxaqueño es profuso y con nombres consagrados que no son fáciles de alcanzar y rebasar. Y definitivamente no podríamos hablar del arte mexicano sin Oaxaca.
–En la cima del arte oaxaqueño estarían Tamayo, Toledo, entre otros. ¿Cómo te visualizas al final de tu vida con respecto al legado de ellos?
–Honestamente no pienso mucho en ello, creo que es una trampa pensar en legados; estos deben ser una consecuencia, pero no un fin. Al final de mi vida me gustaría seguir pintando, tener la bendición de poder seguir haciéndolo y vivir de ello y que lo que sea que este pintando sea mejor que de lo que estoy pintando hoy.
— De existir la reencarnación, ¿te gustaría reencarnar en algún personaje en especial?
–De existir la reencarnación me gustaría reencarnar en mí mismo para tratar de hacer un mejor trabajo en mí, frente a la vida.
F/La Máquina de Escribir por Alejandro Elías
@ALEELIASG
