Ayer por la noche, mientras me trasladaba a mi hogar después de visitar una feria de libro infantil, fui asaltado por un hombre encapuchado y con pistola en mano, el asaltante me pidió celular, cartera y las cosas que contenía en una bolsa que llevaba conmigo, en realidad no portaba nada valioso, a excepción de un cuaderno de apuntes y dibujos que siempre cargo y que sinceramente solo me importa a mí, el asunto no paso a mayores, después de un forcejeo (imprudente de mí parte) corrí y encontré un lugar iluminado y el ratero tuvo que huir, las cosas no pasaron a mayores pero el susto y la inseguridad por transitar por ese lugar se han quedado.

Hoy por la mañana, platicando con mi novia sobre el asunto de la noche anterior, comenzamos a darnos cuenta que alguien, no sabemos quién o cómo, se estaba metiendo a su cuenta de Facebook. Mi chava tiene una cuenta en el banco y sus correos y celular están conectados entre sí para checar estados de cuenta y demás asuntos personales, el caso es que en tres ocasiones cambio la contraseña de sus cuentas y las tres veces alguien o algo, las cambio también.

Antes de comenzar a escribir mi colaboración de arte para este medio, me percate (y sentí en carne propia) que la inseguridad que nos permea no podía pasar por alto. El arte es importante pero los sucesos en mi sociedad lo son aún más, pues ya lo dijo alguna vez el neólogo Felipe Ehrenberg: “Yo soy primero ciudadano que artista” y es que si nos fijamos bien, la violencia e inseguridad se han filtrado en todos los niveles de la vida.

En esta semana por ejemplo, he podido estar en tres presentaciones de libro, casualmente, los tres libros eran del género policiaco, ese tipo de literatura que habla de asaltos y detectives, de policías y criminales. Y es que no es casual que este género este siendo abordado recurrentemente por personas de diferentes estados de todo el país. La inseguridad y la corrupción han engendrado una sociedad vulnerable y lastimada, y el arte, no podía dejar de manifestarse en este sentido.

Actualmente, artistas que tratan y hablan de la violencia en las letras y en las artes visuales son muchos y tendría un sinfín de ejemplos para hablar de ellos, pero necesitaría un gran espacio para poder hacerlo. El punto aquí no se centra en mencionarlos y darnos cuenta de cómo el arte se ha posicionado como un arma para enfrentar y curar esta sin razón humana, lo que sí cabe, es detenernos y reflexionar, ubicarnos en nuestro papel dentro del puesto que nos tocó o que elegimos en una sociedad fracturada. ¿Estamos haciendo bien nuestra tarea? ¿Es la corrupción un ejercicio que practicamos sin mirar sus consecuencias? ¿Somos congruentes con nuestro presente histórico? Cada quien tiene su respuesta y su responsabilidad, pues todos tenemos, en algún sentido, culpa de este cuerpo social enrarecido. Mi bandera es el arte y mi equipo es México, y tú, ¿con qué equipo juegas?

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