Es una frase fuerte, seca, directa y ya hasta muy trillada gracias a una campaña publicitaria por televisión hace un tiempo atrás, frase que aplica muy bien y que me dejó marcado cuando conversé con Don Eriberto Linares Gutiérrez (sic) del municipio de Tetlatlahuca, el pertenece a un grupo de productores de leche que está conformado por amigos y familiares.
Comenzamos a platicar sobre el trabajo diario que realiza en su granja y todo el esfuerzo en conjunto que realiza con su grupo, la coordinación para producir los forrajes, el proceso de ordeña, alimentación del ganado y la transformación, que él en particular lo realiza con apoyo de su esposa, algo que es muy normal entre las familias de casi todo el estado, el de apoyarse mutuamente en la elaboración de quesos y otros productos.
Lo que no fue tan normal fue su filosofía y modo de ver y valorar su trabajo, me contó que hace un tiempo fue invitado a una expo venta en el Palacio de los Deportes de la Ciudad de México, en donde conoció muchos empresarios interesados en sus productos, destacó el caso de uno de ellos que le pedía una gran volumen de producto pero quería disminuir costos bajando por mucho la calidad en su producción, algo que Don Eriberto se negó por completo, sabiendo que de aceptar pudo haber obtenido ganancias importantes.
Su negativa a cambiar calidad por precio en sus productos fue algo interesante, hizo mucho hincapié en que no buscaba obtener mucho dinero a costa de una baja calidad de sus quesos, algo que vale la pena resaltar, porque haciendo una reflexión, cuantos productores habrían aceptado el trato con tal de vender más y ganar dinero, me gustaría pensar que no muchos, pero en la realidad tristemente si sucede y eso me lleva a pensar en lo saludable y la calidad de los productos que consumimos a diario.
Don Eriberto tuvo el valor y no le valió, no se dejó vencer de cierta manera por no aceptar ese trato que no se le hizo ético, lo compensó diversificando sus productos y buscó nuevos puntos de venta en la zona sur de nuestro estado, dice que logró generar tal demanda que los compradores llegan a su casa por el producto y ya no tiene que salir a vender como muchos años lo hizo en Tlaxcala y también en Puebla.
No me queda duda que él es un ejemplo de compromiso con su trabajo, familia y comunidad, ofrecer productos de calidad y lograr que las personas valoren su trabajo es algo que no todos logran, más productores del campo así necesita Tlaxcala, que no por obtener dinero demeriten su trabajo.