La vida para mi empieza a pasar de manera tan rápida, que me resulta sorprendente que está por terminar un ciclo solar de nueva cuenta. Con esto reflexiono y comento que pudiera pensarse que cada vez es más fácil alcanzar las metas que nos proponemos. O que podemos aprender más, mejor y más rápido las cosas. O de manera muy práctica percibir lo que nuestros sentidos nos presentan. O que podemos mostrar la felicidad que sentimos por la vida que nos tocó vivir, con el regalo de una sonrisa a todos aquellos que nos rodean. Pero lamentablemente no es así. Sino que se complica esta última acción que en lugar de sonreír genera una mueca de indiferencia por decir lo menos.
El saludo, una sonrisa, ceder el paso a alguien, el ayudar a alguien, no implica generar intimidad entre los que generan esa acción. Simplemente es demostrar la educación aprendida en nuestro hogar y de nuestros padres.
Pedirle a alguien que sonría, no implica una acción imposible y menos onerosa para el que lo tiene que ejecutar, es un acto natural que incluso beneficia nuestra salud, dicho esto por los estudiosos de la medicina. Quizá piensen que estoy obstinado con el tema de la felicidad, y del regalar a todo aquel que se nos presente una sonrisa, pero lo siento, están en lo correcto, pues el tema en mi caso, se ha convertido en una obsesión: considero necesario que las personas usen esa serie de músculos de la cara en conjunto, y que nos caracteriza como humanos, para agradecer todo lo bello que puede ser la vida con cada uno de nosotros. Quiero afirmar que sonreír es el camino directo para iniciar un afecto, amistad o un gran negocio. Porque desde este sencillo y humilde gesto se expresa la aprobación hacia el mundo, y especialmente hacia los que formamos parte de este maravilloso, aunque loco mundo.
Es quizá la sonrisa, una de las pocas cosas que no tenemos que enseñarles a los bebés o que ellos tengan que aprender tras nacer. Increíble, pero ellos la saben sola, la traen de sí en sus genes. Alguien me puede decir que hay otras cosas que a los niños no se les tiene que enseñar o ellos aprender. Tal es el caso de llorar, hacer pipí o popó, hacer rabietas, y quizá muchas otras cosas más. Pero eso hacen como defensa, o como reacción ante el dolor, ante el miedo, ante la sorpresa que puede provocarle lo que nuestro bebé aún todavía no entiende. A diferencia de lo que es un abrazo de mamá o la caricia de papá, Y su boquita se convierte en un gesto de emoción o picardía aún sin saberlo tras la protección de sus padres o como causa de esa caricia que le prodiga la abuelita, la tía, el hermano que movidos por el reír de ese ser indefenso, se ven en la obligación, compromiso o realmente la convicción de hacerle fiestas que un adulto por lo regular no haría, a decirle cosas inentendibles, y cantarle canciones con letra recién inventada o que nos aventamos la puntada decir: nos cantaban nuestros padres cuando niños. -¿Te acuerdas papá de mi canción de la ranita que se cayó patas pa´rriba y que le sobaban con saliva la barriga?- A lo que el pequeño no tenemos que darle nada, ni condicionarle algo o prometerle lo imposible para que sonría e incluso se carcajeé aún más fuerte hasta que se duerme feliz por aquello que le ofrecemos, sea mucho o poco según se quiera ver.
Así es como considero debemos afirmar y demostrar lo que sentimos por los otros. Desde un… ¡Qué bueno que existas! ¡Te quiero tal como eres! ¡Te acepto! Imaginemos que al abrir la puerta de nuestro hogar y nos reciba nuestra pareja sonriente, emocionada, alegría y amor. ¡Que delicia! Lo menos que merece nuestro amor, es un beso, una sonrisa, y nuestra vida -¿Verdad MRC? Gracias vida por 22-.
Retomo mi tema, y sigo afirmando: aprendamos de los bebés y de los niños que sonríen por el más mínimo detalle. Quizá los adultos hemos vivido engañados en este mundo al estar pendientes de las victorias y derrotas, de las comparaciones amargas y nos convencemos que es preferible tener un rictus de molestia, enojo o derrota nos permitirá llegar más lejos. Olvidemos esos tristes detalles y mejor sonriamos. Pues quien lo hace produce confianza, hace de su persona un hogar en el que los que nos rodean tienen cabida, y con ello el cariño y la atención que muchos necesitan. Cierto estoy que aprovecharemos ese don que el Creador nos da y que es gratuito y fácil de compartir. Pues eso es Dar de sí, antes de pensar en sí.
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