Es un hecho que la sociedad ha estado cambiando a un ritmo vertiginoso y nos ha dado por llamarle modernidad, en este cambio se han involucrado diversas corrientes de pensamiento, profesiones y autoridades para darle cierta dirección.

Precisamente quiero escribir sobre la niñez, ese sector de la población ahora tan protegida, tan defendida y no es para menos, siempre se ha dicho que son el futuro de México y de cualquier nación, no sin olvidar que los niños en muchas partes del mundo han sido agredidos de muy diversas formas, desde curas pederastas hasta guerras injustas y cualquier esfuerzo para salvaguardar su integridad resulta poco.

La educación merece una mención aparte, cuyo métodos deben estar siempre en continuo perfeccionamiento y una evolución sin fin, acorde a los tiempos y a las nuevas facetas del conocimiento que se van construyendo día con día.

Y en todo esto se agrega la preparación y el esfuerzo que pone cada docente en el desempeño de su labor, además de que el aula de clases es el sitio donde confluyen la educación que cada alumno ha recibido en casa y el conocimiento programado que adquieren de acuerdo a su nivel escolar.

Además, claro está, de que el estudiante socializará y convivirá con otros con sus propias formas de pensar y de experiencias distintas en sus respectivos hogares.

Siempre causa añoranza esos días en que la mamá autorizaba al maestro a ser enérgico, y al vástago se le recalcaba que acudía a la escuela a aprender, no a jugar u otra cosa que lo distrajera del fin principal y de los aparejados esfuerzos que hacían sus progenitores para que pudiera contar con estudio.

Parte de esa “evolución” de la que hablo tiene que ver ahora conque la labor del maestro se ve obstaculizada con la lapidaria observación de los padres y autoridades y la escasa exigencia que ahora tienen los alumnos, pues siempre deben contar con el “apoyo” del maestro, aunque sea un mal estudiante que requiera repetir la lección cuantas veces sea necesario.

¿En qué estamos fallando padres, maestros, autoridades, la sociedad en su conjunto, para que como resultado tengamos a un alumno de secundaria acuchillando a su maestra por reprenderlo, por llevar armas punzocortantes a la escuela? En qué fallamos cuando un padre ayuda a escapar a su hijo después de matar a un compañero, o cuando otro progenitor azuza a sus hijos durante una pelea callejera, esto solo por citar algunos ejemplos de los tantos que se pueden observar en todo el territorio nacional.

La conclusión es simple, estamos fallando como sociedad, por decirlo de una manera general, pero estamos fallando como padres, como autoridades, estamos fracasando en el deber de procurar una infancia sana dispuesta a los retos y a ser unos adultos competentes y colaborativos, capaces de construir sus propios hogares y tener sus propios hijos que a la vez sean honestos y productivos.

La alarma está encendida y no debemos ignorarla, necesitamos cimentar la educación con valores sólidos desde los hogares para evitar tener delincuentes deambulando por la calles y, ahora, hasta en las mismas escuelas.

Comenta: malo_en@hotmail.com

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