Esta semana una noticia anunciaba que Armando Vega Gil se había suicidado por una denuncia de la que fue objeto en “Me Too”. Un movimiento en las redes sociales en contra del acoso y hostigamiento hacía las mujeres. Armando argumentaba en una carta escrita vía twitter que después de la denuncia su carrera y vida se vendrían abajo. No lo pensó mucho y se suicidó, no sin antes declarar su inocencia. Esa fue su decisión.

Dos días atrás, casualmente, vi una entrevista al botello y las charlas que realizaba Armando sobre su experiencia como escritor. En estas también cantaba y hacia acciones en referencia a sus anécdotas. Más bien eran un performance. Luego, me enteré de la trágica decisión.

Entonces comencé a recordar a Botellita de Jerez, grupo del cual Armando era bajista y compositor, fundado en 1983 y que desde entonces y para siempre marcó al rock y a los roqueros de este país. El cover-homenaje que realizó Café Tacvba de la canción “Alarmala de tos” es un claro ejemplo de ello.

El disco “Forjando patria” (1994), para mí el mejor de la banda, es una irreverencia a los símbolos patrios y una burla a los íconos y personajes del contexto mexica. El material no tiene desperdicio, contiene una lírica ácida y mordaz con música que simplemente nunca más pudo producir la banda. El álbum abre con una enloquecida canción que comienza a dar razones de lo mexicano, seguida de una cotorrísima valona michoacana sobre la conquista. Más adelante se presenta la crítica, que un par de años antes del “Que no te haga bobo jacobo” de Molotov, hablaba sobre ese maquiavélico personaje. Luego una baladita sobre la luna, con referencias al conejo que pensaban los aztecas le habían arrojado al astro y en ese tenor también la siguiente rola, que con palabras jocosas pero sin coherencia estructuraba una fonética semejante al habla mexica. El disco también contiene canciones dedicadas a la Virgen de Guadalupe, al Laberinto de la Soledad de Octavio Paz, al “Santos” del Jis y Trino, al humor de Andrés Bustamante, con quien trabajo muy de cerca Armando, y a la decadencia mexicana con su historia de revolución priístoide.

Botellita de Jerez creó el guacarrock, una mezcla de aguacate y rock decían ellos. Ritmo que fortaleció la salud del apenas naciente rock mexicano de los años ochenta. Los botellos se divertían y nos divertían con su humor chilango que entre risa y risa hacía apuntes de nuestra identidad. Produjeron canciones que aludían a la señora de los tacos, al adicto a las compras, al futbol llanero, al cine “Variedades”, al Santo, al “Negro” Durazo, a Los Panchos, al “Carefoca”, a Tín-tan, a la Malinche. Incluso Carlos Monsiváis les escribió la letra para la canción “Tlalocman”. “Naco es chido” se tituló otro de sus discos. Para presentarse los botellos cambiaron su nombre: Sergio Arau era “El Uyuyuy”, Francisco Barrios “El Mastuerzo” y Armando Vega Gil era “El Cucurrucucú”.

Para sostener sus discursos irreverentes, y por supuesto también sus vidas, sin vergüenza alguna los botellos se pusieron a tocar cumbias, siendo “Abuelita de Batman” su más grande éxito. En esa época también participaron en la telenovela “Alcanzar una estrella” junto a Ricky Martín, Eduardo Capetillo y Biby Gaytan.

“El diario íntimo de un guacarroquer” primero fue una sección que escribía Armando Vega Gil para la revista “La Mosca en la pared” y luego se convirtió en un libro. Yo era fan de esa columna, que con un tono irrespetuoso, ágil y cotorro daba los pormenores de esas experiencias de fama y embriaguez que vivieron los botellos.

Ahora recuerdo también que un día, a lo lejos, en ese ambiente intelectual aburguesado que se da en “La Casa Lamm” en la Ciudad de México, vi a Armando Vega Gil platicando con una persona, entonces supuse que el barrio era algo que había quedado atrás. Pero no selo reproché. Ahora Armando solo es un recuerdo y una gran pérdida para el arte de este país. El guacarock se quedó sin “El Cucurrucucú”.

artodearte@gmail.com

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