En esta ocasión, continuamos con el relato de la estadía de Hernán Cortés en tierras tlaxcaltecas y de las pláticas que tuvo con los señores de las cuatro cabeceras, así como de los primeros bautizados.
Ya instalados en los palacios de Xicoténcatl, los españoles fueron atendidos como decimos ahora, a cuerpo de rey, con joyas de oro y pedrería de gran valor, ropa de algodón de fina manufactura, plumas muy apreciadas, además de aves, gallinas y codornices, liebres conejos, venados y otros animales de caza, carnes que acostumbraban comer los señores de la tierra, proveyeron todo lo necesario para el sustento de los visitantes.
Mucha gente forastera se acercaba a saber qué es lo que pasaba y quiénes eran estas personas que habían venido. Los de Tlaxcala decían muchas más cosas de lo que en realidad pasaba para infundir temor y así se esparcieran estas noticias en toda la comarca, difundiendo que los extranjeros eran dioses y que no había poder humano contra ellos.
Además, le dieron a Cortés para su servicio más de 300 mujeres hermosas muy bien ataviadas, eran esclavas dedicadas para el sacrificio de los ídolos, estaban presas y condenadas a muerte por excesos y delitos cometidos contra sus leyes y fueros. Iban llorando su desventura temiendo crueles muertes.
Según cuenta Diego Muñoz Camargo, Cortés no las quiso recibir porque en su religión no se permitía aquello, si no eran cristianas bautizadas, y cuando esto fuera las tomarían como su única mujer y compañía por orden de la santa madre iglesia.
Pero se dejó vencer por los ruegos de los indígenas y recibió a las mujeres para el servicio de Malintzin, y le fue advertido que “se sienten muchos los indios cuando no les reciben los presentes que dan, aunque sea una flor, porque dicen que es sospecha de enemistad y de poco amor y poca confianza del dante y del que presenta la cosa, que ansí se usaba entre ellos. Cuando tenían una mujer principal, la acompañaban muchas mujeres para que las sirviesen; de manera que para el servicio de Marina se quedaron en servicio del capitán Cortés las trescientas esclavas, como dicho es”.
Con el tiempo, al darse cuenta que algunas mujeres estaban bien con los españoles, los propios caciques y principales daban a sus hijas con el propósito de quedar entre ellos una generación de hombres tan valientes y temidos. De esta manera, Xicotencatl dio una hija suya hermosa a don Pedro de Alvarado, doña María Luisa Tecuelhuatzin.
De esta forma, los naturales llamaron a Hernán Cortés chalchiub capitán que quiere decir “capitán de gran estima y valor”, porque el chalchihuitl es de color esmeralda, y las esmeraldas son tenidas en mucho por los indígenas y así compararon a Cortés con estas piedras y a don Pedro de Alvarado le llamaron el Sol, porque decían que era hijo del sol por ser rubio y colorado.