Se cree que la primera celebración de fin de año tuvo lugar en Mesopotamia en el año 2,000 a.C, llevándose a cabo entre los meses de marzo y abril, para representar el comienzo de las nuevas cosechas. Con esto también se daba inicio a la primavera, mediante la conmemoración del Akitu , con esto le brindaban la bienvenida a un nuevo año con una ceremonia que realizaban durante doce días.
Después, en el 46 a.C el emperador Julio César instauro que el día primero de enero se celebraría la entrada del año nuevo, pero a raíz de que los ciclos de la luna no eran constantes, se ocasionaron desfases en las estaciones de acuerdo con el calendario mesopotámico.
Para solucionar esto encargó al astrónomo Sosigenes que estableciera un nuevo calendario (posteriormente mejorado por el papa Gregorio XIII) . Lo cual dio como resultado el calendario solar, que en la actualidad conocemos como Juliano, denominado así por el dios Janus, que simboliza los inicios, pues dentro de sus representaciones una parte de su rostro mira al pasado y otra al futuro.
Es durante los tiempos del imperio romano que dan inicio las grandes fiestas acompañados de familiares, amigos y abundancia de alimento, formando parte de las celebraciones Saturnales ( fiestas en honor a Saturno), con el tiempo las celebraciones se salieron de control y el cristianismo durante el papado de Julio I fijo fechas como la navidad y año nuevo para evitar el “paganismo”.
En la actualidad la celebración para recibir el año venidero continua, siendo conocida como noche vieja, esta varia en las formas en que es celebrada de acuerdo a la región del mundo o las creencias que tenga cada individuo.
