Páginas del pasado

Manuel Payno: El hombre de la situación

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Luis Manuel Vázquez Morales

A Manuel Payno generalmente se le confunde con su padre, Manuel Payno y Bustamante, quien, como él, laboró en diversas oficinas de Hacienda y lidió con las cuestiones financieras del país. Gracias a las investigaciones de Robert Duclas, se sabe que Manuel Payno y Flores, el hombre de la situación, nació el 28 de febrero de 1820. A los catorce años entró a trabajar, evidentemente por gestiones de su padre, en la Aduana de la Ciudad de México.

En los años que siguieron, acompañado de su eterno compañero de escuela y aventuras literarias, Guillermo Prieto, estuvo en Matamoros para reestructurar la oficina de la aduana. Después hacía 1841, fue nombrado teniente coronel por el Ministerio de Guerra bajo el mando de Mariano Arista, jefe del Ejército del Norte. También se le asigna la administración de las Rentas del Estanco del Tabaco, así como la representación del Ministerio de Hacienda en la Cámara de Diputados, para después realizar un viaje por Francia e Inglaterra.

Cuando regresa de su viaje por Europa fue administrador de Alcabalas y Cuentas directas. A la par que desempeña el papel de correo entre México y Veracruz, participa en las guerrillas de Puebla. Durante la invasión norteamericana es diputado por Puebla y colabora en el trabajo colectivo Apuntes para la guerra entre México y los Estados Unidos. Presenta un Proyecto de arreglo de los gastos de hacienda pública y contribuciones para cubrirlos. Dadas sus aptitudes para las labores hacendarías entre 1850 y 1851 vuelve a ser Ministro de Hacienda.

Durante su gestión promueve la negociación de la deuda inglesa, presenta una memoria en que da cuenta al público de su manejo en el desempeño del Ministerio de Hacienda, y de las comisiones que le confió el supremo gobierno en Inglaterra acompañándose de documentos relativos al pago del primer dividendo de la deuda exterior y las comisiones dirigidas a Lord Palmerston sobre la ley del 30 de noviembre de 1850.

Participa en la formación de la junta de Crédito Público y firma de la Convención Española de 1857, además de la Reglamentación arancelaria y un Reglamento para el contrarresguardo de Nuevo León y Tamaulipas. Hacía 1853, regresa por unos días al Ministerio de Hacienda. Participa en el intento de levantamiento en Michoacán por Haro Tamariz. Es perseguido y expulsado del país, por lo que se refugia en Estados Unidos, donde se suma a las fuerzas liberales. En 1856 participa en la desamortización de los bienes eclesiásticos en Puebla.

De octubre a diciembre de 1857, vuelve a ser Ministro de Hacienda y participa en la preparación del golpe de estado contra la Constitución de 1857. Para limpiar su nombre por su participación en dicho acontecimiento, escribe Memorias sobre la revolución de diciembre de 1857 y enero de 1858. Después escribe La reforma social en España y México. Apuntes históricos y principales leyes sobre la desamortización de bienes eclesiásticos. Hacía 1863 es miembro del Ayuntamiento de la Ciudad de México y debido a los reclamos por la suspensión del pago de la deuda y para aclarar la situación del país escribe México y sus cuestiones financieras con la Inglaterra, la España y la Francia.

En 1863 escribe una carta sobre los asuntos de México que dirige a Élie-Frédéric Forey, comandante en jefe de las tropas francesas. Publica unas Memorias sobre el maguey mexicano y sus diversos productos en 1864. Entre 1867 y 1876 fue diputado por el Cantón de Tepic, y por estos años escribe La deuda interior de México. Por estos mismos años fue profesor de Economía Política en la Escuela Nacional Preparatoria y escribe Cuentas, gastos, acreedores y otros asuntos del tiempo de la intervención francesas y el Imperio, en 1868.

En los últimos años de su vida combinó sus actividades políticas con las literarias. En 1882 el presidente Manuel González lo envía a París a promover empresas de colonización, así mismo, publica la segunda edición de El fistol del diablo, así como Los bandidos de Río Frío. En 1886 es nombrado Cónsul General en Santander y en 1888 Cónsul General en España. Regresa a México donde es senador en 1892. Finalmente, muere en San Ángel, en la ciudad de México en 1894.

En el ámbito literario su carrera se extendió más de cincuenta años y pudo participar en las empresas de varias generaciones. Desde 1838 comenzó a colaborar con versos, artículos misceláneos, narraciones de viaje y novelas cortas en la mayoría de los periódicos y revistas de la época. Al lado de Guillermo Prieto publicó El Museo Mexicano y la Revista Científica y Literaria de México donde dio a conocer parcialmente su novela El fistol del diablo. Editó en 1848 el interesante Presente Amistoso Dedicado a las Señoritas Mexicanas, con el título de El Año Nuevo, en cierto modo continuador de los que con el mismo nombre publicara años antes Rodríguez Galván.

Su mayor aportación literaria fue en el campo de la novela. Con El fistol del diablo, cuya primera edición en volumen data de 1859, Payno inició en México la novela folletinesca, adaptada al ambiente mexicano. En su segunda novela, El hombre de la situación, encontró un asunto lleno de posibilidades novelescas, prefirió los lances humorísticos y satíricos a los dramáticos. En 1871 publicó Tardes nubladas, un volumen de cuentos y narraciones de viaje en los que va afinándose como narrador costumbrista. La aparición de su mayor y última novela, Los bandidos de Río Frío publicada en Barcelona entre 1889 y 1891, fue firmada con el seudónimo de Un Ingenio de la Corte, además de ser publicada por entregas.

Así mismo, publicó numerosos escritos jurídicos, económicos, históricos y científicos. De su variada y copiosa producción periodística, Manuel Payno colaboró con Vicente Riva Palacio y otros autores en la publicación de El libro rojo. Editó las memorias de fray Servando Teresa de Mier y publicó sus Memorias e impresiones de un viaje a Inglaterra y Escocia.

La impresión que dejó un hombre como Manuel Payno a sus contemporáneos se refleja en lo que se hablaba de él. Vicente Riva Palacio se refiere de la manera siguiente “Manuel Payno es uno de los veteranos de nuestra literatura; se atrevió a escribir novelas en México, cuando esto se tenía por obra de los romanos, y fue, con Guillermo Prieto, con Domingo de Revilla y con Juan Navarro, el vulgarizador de los buenos conocimientos literarios, como Figuier y Flammarion lo han sido en Francia de la ciencia, y Alejandro Dumas, padre, de la historia. En su juventud se dedicó a la poesía. Eran los tiempos de Rodríguez Galván, de Joaquín Téllez, de Franco La Chauset, de Lacunza, de Lafragua y de Ramírez; lucían aún los genios de Quintana Roo, de Carpio, de Sánchez de Tagle y de Pesado”.

Continua Vicente Riva Palacio “Como novelista se hizo famoso por su Fistol del diablo; tengo la creencia de que Manuel no formó un plan para escribir esa novela, sin duda porque siendo hombre honrado, juzga que no es bueno tener un plan preconcebido; y un arrier pensé no cuadra con las buenas intenciones, y de aquí es que la novela creció por acumulación, pero llegó a su término; aunque no todos los suscriptores tuvieron conocimiento de eso. En el periodismo, ha hecho un papel digno; jamás ha insultado a nadie, a pesar de que no ha faltado nadie quien le insulte”.

Manuel Payno fue un hombre polifacético, de valores muy arraigados, que ha dejado una huella imborrable en la cultura mexicana. Su vida y obra deben servir de ejemplo para las jóvenes generaciones. Escritor, político, economista e historiador, le tocó vivir los acontecimientos que marcaron la historia de México, la guerra con Estados Unidos, la invasión francesa y el segundo imperio. Supo adaptarse a cada una de las situaciones con responsabilidad y nacionalismo, pocas veces visto.

luis_clio@hotmail.com

@LuisVazquezCar

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