José Miguel C. Núñez Núñez
Las libertades no solo son producto de las luchas sociales y políticas desarrolladas por los seres humanos a través del tiempo.
Son la esencia del ser humano. Sin libertad, no somos seres humanos.
Ante tales hechos y naturaleza, la libertad es imprescriptible, y sin embargo siempre está al filo de la navaja.
La libertad no es un derecho otorgado. Este principio debe estar siempre presente en toda argumentación que sobre el tema se realice.
En consecuencia, si ningún otro ser humano otorgó la libertad, en tanto todas y todos nacemos libres, tal libertad tiene hoy dos límites precisos: la ley y el derecho ajeno.
Entonces, vayamos a la ley. Nuestra Constitución dice en su Artículo 1o. En los Estados Unidos Mexicanos todas las personas gozarán de los derechos humanos reconocidos en esta Constitución y en los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte, así como de las garantías para su protección, cuyo ejercicio no podrá restringirse ni suspenderse, salvo en los casos y bajo las condiciones que esta Constitución establece.
En su tercer párrafo, el mismo Artículo primero mandata: Todas las autoridades, en el ámbito de sus competencias, tienen la obligación de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de conformidad con los principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad. En consecuencia, el Estado deberá prevenir, investigar, sancionar y reparar las violaciones a los derechos humanos, en los términos que establezca la ley.
Finalmente en su último párrafo, el mismo Artículo primero dispone: Queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas.
Por si alguien tiene alguna duda, veamos que dice el Artículo primero de la Declaración de Derechos Humanos (DDH): Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.
La misma Declaración reconoce en su Artículo 2: Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata de un país independiente, como de un territorio bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra limitación de soberanía.
En su Artículo 7: Todos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a igual protección de la ley. Todos tienen derecho a igual protección contra toda discriminación que infrinja esta Declaración y contra toda provocación a tal discriminación.
Además el Artículo 8 de la DDH, obliga a todos los gobiernos de los países: Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo ante los tribunales nacionales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la constitución o por la ley.
Por su parte el Artículo 9 de la DDH, consagra: Nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni desterrado.
El Artículo 10 de la DDH es muy puntual al disponer que: Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída públicamente y con justicia por un tribunal independiente e imparcial, para la determinación de sus derechos y obligaciones o para el examen de cualquier acusación contra ella en materia penal.
Por su parte el numeral uno del Artículo 11 de la DDH protege: Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en juicio público en el que se le hayan asegurado todas las garantías necesarias para su defensa.
El Artículo 12 de la DDH ordena: Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales injerencias o ataques.
El Artículo 17 de la DDH en sus numerales 1 y 2, reconoce que: Toda persona tiene derecho a la propiedad, individual y colectivamente. En consecuencia: Nadie será privado arbitrariamente de su propiedad.
Finalmente el Artículo 19 de la DDH sentencia: Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.
Por todo lo anterior, el ejercicio conocido en México como las mañaneras, en sus momentos de señalamientos, descalificaciones y acusaciones, se constituye en una violación flagrante a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y a la Declaración de Derechos Humanos. Desde luego la emisión semanal de “Quién es quién en las mentiras”, igualmente viola tanto la Constitución como la DDH.
Ambos ejercicios, la mañanera en sus momentos de señalamientos, descalificaciones y acusaciones, así como el “Quién es quién en las mentiras”, no respetan el Derecho Ajeno, tan preciado para Benito Juárez.
Nuestra norma fundamental ordena que “… el Estado deberá prevenir, investigar, sancionar y reparar las violaciones a los derechos humanos, en los términos que establezca la ley”.
Como podemos ver, la Constitución no faculta a nadie que represente al Estado mexicano a señalar, descalificar, ni acusar de manera verbal. El Estado y quienes lo representen, lo que realicen, lo tienen que hacer “en los términos que establezca la ley”. Y no lo están haciendo.
En México, todos los días, mexicanas y mexicanos están siendo objeto de injerencias arbitrarias, son atacados en su honra y reputación y están siendo molestados a causa de sus opiniones.
La libertad tiene que ser defendida por todas y por todos. Quien presuma ser “de izquierda”, no puede justificar ni las mañaneras en los momentos depredatorios de la libertad, ni el “Quién es quién en las mentiras”.
Cualquier justificación, favorece la mutilación de las libertades y es preparar el camino para el regreso del autoritarismo, del fascismo.