En la historiografía novohispana de tradición indígena del siglo XVI destaca la labor de distintos personajes que desde su entorno legaron obras de importancia para el conocimiento de los antiguos mexicanos. De esta manera, para los hombres llegados al Nuevo Mundo, imbuidos por el ambiente renacentista que permeaba en Europa, la naturaleza, el hombre y la cultura de los habitantes de las tierras recién conquistadas se convirtieron en el objeto de estudio de conquistadores, funcionarios y misioneros.

Al comprender la esencia de la cultura mexica se pudieron conocer las costumbres de los antiguos mexicanos contenidas en las fuentes históricas de primera mano, en las que las sociedades indígenas plasmaron una variedad de aspectos de la vida cotidiana. Las creencias religiosas, la historia, los ritos, las ceremonias y la educación, tanto escolar como familiar, que los padres inculcaban a sus hijos, causaron impacto y admiración entre los frailes que se habían formado en las Universidades medievales de tradición humanista.

En el tema de la educación, desde el hogar se formaba a los niños y jóvenes de una manera muy rígida, incluso coercitiva para enfrentarlos a la vida. Tanto a hombres como a mujeres se les educaba en el rol social que debían cumplir como hijos y esposos y, en consecuencia, como pilares del hogar.

Los documentos en donde queda la constancia de la educación que se impartía en el hogar, son los que se han denominado huehuetlahtolli, cuya traducción se establece como testimonios de la antigua palabra. Por medio de estas exhortaciones se buscaba inculcar en los jóvenes los principios morales básicos, así como las antiguas doctrinas y tradiciones; razonamientos con que los antiguos educaban a sus hijos en la buena conducta moral y en la práctica de las fórmulas sociales.

En los huehuetlahtolli contenidos en las fuentes históricas de tradición indígena, se hacen presentes las exhortaciones que los padres y las madres hacían a sus hijos. Estos documentos desde su creación como discursos orales durante el México antiguo y su preservación cuando fueron traducidos al castellano por los frailes en el siglo XVI, representan un cúmulo de educación moral, basada en los principios del respeto, la caridad y la responsabilidad dentro de la familia.

Durante mucho tiempo los huehuetlahtolli han sido considerados como las pláticas o exhortaciones que los padres hacían a sus hijos para darles consejos sobre cómo debían conducirse en la vida. De la misma manera, se llamaba así a la instrucción oral que los viejos daban en las escuelas a los niños y jóvenes, en la que se contenía todo lo que se refiere a los ritos y costumbres. Estos discursos fueron portadores de una ancestral sabiduría del México antiguo.

Una de las características de las distintas culturas del mundo, es que fueron los viejos quienes transmitan a los jóvenes los conocimientos que acumularon a lo largo de la vida. No puede ser de otro modo: “En anciano sabiduría y longura de día de entendimiento”, se lee en el Libro de Job.

En lo que se refiere al destinatario: “¿A quién enseñará la ciencia, a quién hará entender la palabra? Al apartado de la leche, al retirado de los pechos”, (Isa, 28, 9), en cuanto que es ese el momento en que empieza a recibir sabiduría a través del discurso. La enseñanza de los padres ha de ser, pues, una ley para el hijo según estos textos; lo mismo se encuentra en los huehuetlahtolli “oye bien esto, guárdalo como una dura ley, dice la madre a la hija”.

Josefina García Quintana define los huehuetlahtolli como palabra antigua en un sentido más amplio y comprende, por ejemplo, desde un discurso de bienvenida al niño que acaba de nacer, uno de parabién para la coronación de un nuevo gobernante, un consejo paternal, hasta una oración a un dios o a la despedida de un difunto.

Para corroborar la autenticidad de estos documentos es preciso recurrir a las fuentes históricas, donde los cronistas dejan constancia sobre la veracidad de la información, haciendo alusión a la forma en la que fueron recopilados. Un testimonio fehaciente lo proporcionó el oidor y cronista Alonso de Zorita cuando se refiere al modo en el que fray Andrés de Olmos recopiló entre 1533 y 1536 un conjunto de huehuetlahtolli:

“Demás de criar los hijos con disciplina o cuidado que se ha dicho, los padres ansimismo lo tenían en les dar muchos y muy buenos consejos y los tienen hoy en día los indios principales por memoria en sus pinturas, e un religioso muy antiguo en aquella tierra los tradujo en su lengua, y dice que hizo a unos principales que los escribiesen… e que los escribieron e ordenaron en su lengua sin estar él presente, y los sacaron de sus pinturas, que son como escritura e se entienden muy bien por ellas, e que no se mudó letra de lo que dieron, más que dividirlo en párrafos”.

La afirmación de que estos huehuetlahtolli fueron “sacados de sus pinturas, que son como escritura”, confirma la existencia de documentos (Códices) en los que se registraba la oralidad que se convertiría en palabras, mismas que darían forma a los discursos escritos.

Otro testimonio sobre la existencia y veracidad de estos documentos lo proporciona el Obispo Bartolomé de las Casas cuando hablaba de las exhortaciones que hacían en México los padres a sus hijos y refiere que:

“Todo lo que habemos en esta parte de la crianza de los hijos destas nuestras indianas naciones, en los precedentes capítulos dicho, se confirma por unas exhortaciones que un otro religioso de la Orden de San Francisco me envió de la Nueva España, estando yo en España la Vieja, las cuales había él romanzado de la lengua mexicana fielmente, sin añadir ni quitar cosa que fuese de sustancia, sacando sentido de sentido, no palabra de palabra; porque como él dijo en un prologuillo que a las dichas pláticas y exhortaciones hizo”.

Aunque Las Casas menciona en esta cita que dichos materiales le fueron enviados por un fraile franciscano, no dice expresamente que haya sido fray Andrés de Olmos. La confirmación de que fue éste el que se las envió la presenta más adelante cuando se habla del personaje que se las proporcionó:

“Estas exhortaciones son las que, con otras que por abreviar dejo de referir, me envió aquel padre religioso de San Francisco estando yo en Castilla, llamado fray Andrés de Olmos, padre en su Orden, y también en la experiencia de la lengua de la Nueva España bien antiguo”.

Con lo anterior se confirma que el fraile que le envió las exhortaciones o huehuetlahtolli a Bartolomé de las Casas fue fray Andrés de Olmos, cuando Las Casas se encontraba en España la Vieja o Castilla, concretamente en el Colegio de San Gregorio de Valladolid, hacia 1555.

La importancia que tienen los trabajos de fray Andrés de Olmos, radica en que fue el primero recopilar estos testimonios en lengua náhuatl, ya que por sus contemporáneos fue considerado “como la mejor lengua mexicana que entonces había en esta tierra, y hombre docto y discreto”. Los franciscanos que recurrían a él, como en el caso de fray Gerónimo de Mendieta, se refiere a él, “como la fuente de donde todos los arroyos que de esta materia han tratado emanaban”.

Por otro lado, también se encuentran los huehuetlahtolli que fray Bernardino de Sahagún reunió en el Libro VI del Códice Florentino. Los huehuetlahtolli constituyen la parte medular del libro de la retórica, filosofía moral y teología de los nahuas.

El interés por evangelizar a los indios llevó a los franciscanos a adentrarse en la vida y las costumbres de los antiguos mexicanos, en un contexto en el que surge la necesidad de conocer las obras de los indios para ponderarlas a la altura de los otros pueblos del mundo. Sus obras, como obras de humanos, son dignas de admiración.

luis_clio@hotmail.com

@LuisVazquezCar

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