Por: El Psicólogo Carlos
En la vida existen cosas que deseamos con fuerza: una relación estable (esta es de las principales), aprender un idioma, mejorar nuestros hábitos saludables (ejercicio, sueño, alimentación, dejar de beber, etc.), iniciar un proyecto… pero, cuando se presenta la oportunidad y tenemos que poner en marcha acciones que nos acercan a aquello que anhelamos, pum, desaparecemos como por arte de magia, nos hacemos los distraídos, procrastinamos (como dijera la chaviza) o incluso provocamos un mini-caos para poder justificar que no pudimos avanzar. ¿Te suena familiar? Bienvenido/a al club de quienes han saboteado, por lo menos alguna vez, aquello que más anhelan (y no, muchas veces no es lo que en realidad queremos hacer).
Lo primero que necesitas saber es que, eso a lo que llamamos autosabotaje no es un misterio ni magia negra, es, en realidad, el nombre que le hemos puesto a un conjunto de comportamientos que guardan relación entre sí, que decidimos hacer (de acuerdo a nuestra historia), y que pudieran estarnos generando algún tipo de alivio momentáneo, dicho de otra manera menos elegante, es una forma aprendida de evitar el malestar que nos genera enfrentarnos a ciertas situaciones, y sí, aunque suena paradójico o incluso irracional, a veces preferimos un problema conocido que un éxito que nos dé miedo, y al igual que todas las cosas que hacemos, tiene una explicación, aunque recuerda que no necesariamente todos hacemos esto que llamamos como autosabotaje, ni de la misma manera, intensidad, duración o frecuencia, ni por las mismas razones, todos somos diferentes, por lo cual intentaremos explorar algunas posibilidades.
Lo que desde fuera parece estarse saboteando constantemente, pudiera sentirse como un alivio momentáneo. Pongamos un ejemplo:
Tienes deseo de empezar a hacer ejercicio, lo imaginas, lo planeas, lo platicas con tus amigos, te compras ropa deportiva; y el primer día… misteriosamente te acuerdas que debes limpiar a fondo debajo del refrigerador, ya empezaremos mañana con el ejercicio.
Esto no sucede porque “no tengas fuerza de voluntad”, sino porque el comportamiento de evitar —en este caso, no ir al gimnasio— ha sido útil al reducir el malestar que pudiera haber provocado la idea de lo que pudieras sufrir haciendo ejercicio, es decir, al evitar, te ahorras la incomodidad, la vergüenza de sentirte fuera de forma, el miedo al juicio, el esfuerzo físico… y eso se siente bien, el alivio es inmediato, aunque los resultados a largo plazo no lo sean (y aquí es donde surge la verdadera trampa).
Imagina que tus metas son como cruzar un puente colgante, al otro lado está eso que más deseas, pero justo antes de cruzar aparece una voz que dice:
“¿Y si te caes? ¿Y si no eres suficiente? ¿Y si haces el ridículo? Mejor quédate aquí, donde estás cómodo.”
Y claro, tal vez no cruzas por miedo, pero no porque no quieras, sino porque tu aprendizaje te ha enseñado que evitar te salva del miedo, el problema es que también te mantiene lejos de lo que te importa (y eso es lo que te provoca el malestar mayor).
Desde una perspectiva conductual, muchas cosas que hacemos a manera de autosabotaje se mantienen porque tienen consecuencias inmediatas que nos hacen sentir cómodos, esto mantiene su aparición en las ocasiones subsecuentes, así que no estás enfermo o te falta motivación, solo accedes a lo que sea más rápido y en ocasiones, menos costoso (aunque esto pudiera ser una simple ilusión).
Sin embargo, esta columna no busca hacerte sentir culpable por aquello que haces, ya que recuerda, así los has ido aprendiendo a lo largo de tu vida, estas líneas siempre buscarán que te puedas llevar estrategias o formas diferentes de afrontar aquello que te sucede en el día a día, ¿qué puedes intentar para cambiar las cosas?
- Identificar el patrón: ¿Qué haces justo antes de evitar? ¿Qué sensaciones o pensamientos aparecen?
- Observa para qué lo estás haciendo: ¿Qué estás evitando realmente? ¿Qué sensación pudiera estar manteniendo esa conducta?
- Elegir desde el valor, no desde el miedo: A veces avanzar no se siente como “querer” sino como “atreverse mientras tiemblo”.
- Reconoce el avance, no el resultado: Aplaude el intento, no solo el logro, “¡Hoy no evitaste! Y son esos pequeños pasos, los que construyen rutinas más estables, mismas que te acercarán a la vida que deseas vivir.
Autosabotearse no te hace raro, flojo ni defectuoso, menos indica que tengas heridas por sanar o que haya algo que no funciona en tu cerebro, solo demuestra que has ido aprendiendo a evitar lo que duele… aunque paradójicamente, eso que evitas, también eso te esté alejando de lo que importa, la buena noticia es que si así lo has aprendido, siempre existirá una manera de aprender otras formas de hacerlo, y si crees que no puedes solo/a, acércate con un especialista del comportamiento para que juntos descubran de qué manera puedes llevar tu vida al lugar que quieres.
A veces no se trata de dejar de tener miedo, sino de aprender a bailar con él sin pisarte tanto los pies, y recuerda que cada caso es un caso, y seguramente tu caso ni es igual al de ninguna otra persona, por ello no caigas en recomendaciones genéricas, nos vemos la siguiente semana y recuerda, puedo estar equivocado.