La política exterior centrada en Estados Unidos del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, sufrió un severo revés este lunes cuando su ídem estadounidense, el magnate Donald Trump, prometió imponer aranceles al acero y aluminio procedentes del país sudamericano.
En un principio, Trump anunció la amenaza vía Twitter, acusando a Brasil y a su vecino Argentina, gobernados por los aliados de Estados Unidos, Bolsonaro y Mauricio Macri, de manipular sus monedas y perjudicar a los agricultores estadounidenses.
El vicepresidente de Brasil negó la acusación, pero Bolsonaro, quien admira abiertamente a Trump, se mostró reservado; el mandatario de extrema derecha dijo que podría llamar a Trump “de ser necesario”.
El ministro de producción y trabajo de Argentina, Dante Sica, señaló que el anuncio de Trump fue inesperado.
Las dos naciones sudamericanas estaban entre un grupo de aliados de Estados Unidos a los que Trump exentó de aranceles a las importaciones de acero y aluminio en marzo de 2018. La amenaza del presidente por revertir esa decisión es otro ejemplo de su inestable postura en política comercial.
También pidió que el banco central de Estados Unidos tome medidas para evitar que otros países devalúen sus monedas.
“Brasil realmente se ha devaluado. Si analizas lo que pasa con su moneda, han devaluado su moneda de manera muy significativa en un 10 por ciento. Es el mismo caso con Argentina”, dijo Trump poco antes de viajar a una conferencia de la OTAN en Londres. No dio detalles sobre los aranceles.
Hay mucho en juego para Bolsonaro, quien hizo de su relación con Trump un pilar de su diplomacia y quien es conocido tanto amigos como rivales como “el Trump de los trópicos”.
Mientras discute abiertamente con otros líderes de Occidente, incluyendo a los líderes de Alemania y Francia, Bolsonaro ha hecho varias concesiones a Trump con la esperanza de obtener beneficios. Ha exentado de visa a los turistas estadounidenses para visitar Brasil, permitió que Estados Unidos lance satélites desde Brasil y facilitó a los brasileños la compra de trigo y etanol.
A cambio, recibió un poco entusiasta apoyo de Estados Unidos en su intento por ingresar a la Organización de Cooperación Económica y de Desarrollo, mientras que Argentina recibió el apoyo completo para la membresía.
“El presidente de Brasil creía que tenía a un hermano mayor. Ahora se da cuenta de que no es el caso”, dijo Carlos Melo, profesor de ciencias políticas en la Universidad Insper en Sao Paulo. “Sus partidarios podrían tener que decir que Trump estaba bajo presión y que después habrá compensación. Pero claramente esto afecta a Bolsonaro. Está claro que la política internacional es una cuestión de intereses, no de amistad”.
Brasil lidia con una tasa de desempleo de dos dígitos y su economía se enfila a un crecimiento de apenas 1 por ciento por tercer año consecutivo, luego de dos años de una grave recesión.
En tanto, Argentina está sumida en una crisis económica con una inflación descontrolada, profundo endeudamiento, pobreza generalizada y una moneda que se ha hundido durante el gobierno de Macri, quien asumió el poder en 2015 con la promesa de impulsar a la segunda economía más grande de Sudamérica, luego de abusos y malos manejos económicos del kirchnerismo.
Macri fue derrotado en los comicios de octubre y dejará el cargo la próxima semana. El presidente electo de Argentina, Alberto Fernández, será juramentado el 10 de diciembre.
“Fue un tema inesperado, no existía ninguna señal hacia nuestro gobierno, hacia el de Brasil, ni al sector privado, respecto a cambios en el acuerdo con Estados Unidos”, dijo Sica a la prensa en Buenos Aires.
Tras un breve aumento en los precios del acero, el sector siderúrgico estadounidense ha batallado desde que el gobierno de Trump impuso los aranceles el año pasado. La demanda doméstica ha disminuido junto con el sector energético debido a que la industria petrolera ha comprado menos acero.