Por José Martínez M.
Con un partido y un gobierno dividido, el presidente Obrador vive los peores días de su mandato. Todo parece indicar que en las próximas elecciones Morena y sus aliados recibirán un voto de castigo.
La gente está cansada, irritada, sin esperanzas. Pero el presidente tiene otra visión. Todavía al inicio de la pandemia se mostraba optimista y hasta proponía la creación de un amlometro para medir la felicidad.
“El pueblo está feliz, feliz”, festinaba. Y aún peor se refocilaba de la tragedia: “la pandemia nos cayó como anillo al dedo”.
Del triunfalismo ha pasado a la resignación. No hay lugar donde vaya que no sea impugnado, maltratado. Ya no digamos en las redes sociales en las que es severamente cuestionado.
Las redes son un barómetro para medir realmente el mal humor social. Caricaturas, memes, insultos, reclamos, etc… etc…
Ante la creciente irritación social, el discurso de Obrador ha perdido su resonancia, de aquella flama solo queda un pábilo carbonizado.
En el discurso el proyecto de la cuarta transformación sonaba atractivo pero en menos de dos años pasó al desencanto. Para su desgracia quedará en un suspiro.
Todos los políticos, sin excepción, terminan devorados por la soberbia. Obrador enloqueció y jamás imaginó llegar al poder con una victoria aplastante.
Ante el INE, la víspera de las pasadas elecciones presidenciales Morena presentó un padrón de 320 mil afiliados, un dato sumamente contrastante con el número de votos obtenidos en las urnas.
Lo anterior nos revela que Morena aportó directamente apenas 1 por ciento de los 30 millones de votos con los que fue electo Obrador.
Eso significa la enorme irritación social que imperaba en ese momento en contra del gobierno de Peña Nieto por el tema de la corrupción y la impunidad.
La gente no votó tanto por la propuesta de la cuarta transformación –vaya, ni siquiera los afiliados a Morena sabían en qué consistía esta–. Lo que explica el triunfo de Obrador fue el enojo social.
Fue la primera ocasión de unas elecciones con la participación de las redes sociales. La gente le dio un voto de castigo por igual al PRI y al PAN.
De un padrón electoral de 89 millones 332 mil electores, solo acudieron a las urnas 56 millones 611 mil, de los cuales 30 millones lo hicieron por Obrador y sus partidos de la alianza Juntos Haremos Historia (PT y Encuentro Social). Pero más de 26 millones de electores dividieron sus votos por PRI, PAN, PRD, Movimiento Ciudadano y Partido Verde.
No acudieron a las urnas 32 millones 721 mil electores. Es decir, un número superior a los que votaron por Obrador.
En las condiciones actuales del país, seguramente habrá millones de electores que saldrán a votar en contra de Obrador y su «cuarta transformación«.
Obrador ha sido la gran decepción. Simplemente no estaba preparado para gobernar. De nada le sirvieron los casi veinte años en los que se fogueó precisamente para llegar al poder.
Escribió numerosos libros con discursos, análisis y propuestas pero ningún plan de gobierno ajustado a la realidad del país.
La cuarta transformación proponía cambios estructurales para desmontar al Estado neoliberal implementado a lo largo de las últimas décadas.
Obrador confiaba en tener un plan de gobierno para el cambio y confiaba en tener el método y los hombres y la capacidad para lograrlo.
Pero hay un abismo enorme entre los discursos, las acciones y los cambios y las políticas públicas.
El papel del Estado en la economía ha sido mal planteado, la política de austeridad fue equivocada al grado de provocar un desajuste en la estructura del aparato gubernamental, la corrupción no ha sido combatida como se prometió, su manejo ha sido selectivo y peor aún el gobierno la promueve con sus políticas de adquisiciones y contratos, a ello habría que sumar el manejo de la crisis económica, el manejo de la seguridad y la educación tienen severos problemas de enfoques, no hay garantías al Estado de Derecho lo cual ha retraído la inversión, no hay transparencia, los derechos ciudadanos se vulneran al grado de socavar la autoridad de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, el sistema de justicia es ineficaz lo que ha dado paso a la autodefensa ciudadana, la pobreza aumenta y la seguridad social se menoscaba, el derecho a la salud se ha reducido, etc… etc…
En fin, el resultado es el desastre. Las pugnas hacia el interior del equipo es gobierno es una simple manifestación de que las cosas van mal y de que van a empeorar con el transcurso de los próximos años.
Decenas y decenas de millones de mexicanos están desencantados.
El hartazgo social también vota.
Ya veremos el próximo año en las elecciones de medio gobierno de qué tamaño es el mal humor social de los ciudadanos.
Por ahora basta con sopesar la indignación de la gente con el mal manejo que se hizo desde el principio con la pandemia y el constante número de víctimas de la violencia que han convertido al país en un cementerio.
Ahora sí, habrá que esperar las próximas elecciones porque ahora sí, los muertos también votan.