La muerte este martes del vicegobernador de Kabul, Mohibullah Mohammadi, y su ayudante, en un atentado en la capital con una bomba adherida a su coche, suma un nuevo ataque selectivo contra actores importantes de la sociedad afgana en plenas conversaciones de paz, algo que ha sido duramente criticado.

El atentado se produjo hacia las 9.40 horas (5.10 GMT) en el área de Macroyan 4, en el este de Kabul, cuando explotó la bomba magnética que iba adherida al vehículo en el que viajaba el vicegobernador, su ayudante y dos guardaespaldas, afirmó en Twitter el portavoz del Ministerio del Interior, Tariq Arian.

El todoterreno blanco en el que viajaban quedó parcialmente destruido por la explosión, matando al vicegobernador y su ayudante, mientras los guardaespaldas resultaron heridos, reveló el portavoz.

Arian, que definió el atentado como «un crimen de guerra», explicó que durante las últimas semanas se han llevado a cabo en la capital afgana operaciones antiterroristas en las que han desmantelado varias células insurgentes, destinadas en muchos casos a cometer este tipo de atentados.

Kabul no ha sido el único escenario hoy de este tipo de ataques, con otro atentado en la provincia central de Ghor en el que murió el miembro de la asamblea regional Abdul Rahman, tras explotar una bomba adherida a su coche, según informó el canal local Tolo.

Ningún grupo armado ha reclamado la autoría de los dos ataques.

La oficina del presidente afgano, Ashraf Ghani, condenó el ataque contra el vicegobernador en un comunicado, en el que remarcó la responsabilidad de los talibanes al no haber aceptado un alto el fuego permanente mientras se producen las conversaciones de paz.

SERIE DE ATAQUES SELECTIVOS

Estos son los más recientes de una serie de asesinatos selectivos cometidos en el país contra figuras prominentes de la sociedad civil.

Los ataques a políticos, periodistas, religiosos, defensores de los derechos humanos y estudiantes han ido en aumento desde hace un año, coincidiendo primero con el acuerdo firmado en febrero entre Estados Unidos y los talibanes, y desde septiembre con el diálogo directo de los insurgentes con el Gobierno de Kabul en Doha.

Solo este mes se produjo también la muerte en la provincia oriental de Nangarhar de la periodista afgana Malala Maiwand y su conductor, que fueron tiroteados en su vehículo, en un ataque que fue reivindicado por el grupo yihadista Estado Islámico (EI).

Además en noviembre los periodistas afganos Elyas Dayee, de la emisora Radio Free Europe/Radio Liberty, y el presentador televisivo Yama Syawash, que estuvo vinculado al canal privado Tolo, murieron en dos atentados con bomba lapa colocadas en sus vehículos.

Una decena de misiones diplomáticas en Afganistán, incluidas las de la Unión Europea, Estados Unidos y la OTAN, condenaron la semana pasada, a través de un comunicado conjunto, esta ola de asesinatos que buscan acallar la diversidad de opiniones en el país.

«Consideramos estos ataques no solo como ataques salvajes contra el pueblo afgano, sino como un ataque al mismo proceso de paz en Afganistán», subrayaron en el comunicado.

Aunque no hay cifras oficiales sobre el número de asesinatos, el Ministerio del Interior afgano ha dicho que solo en el mes de noviembre, 134 civiles murieron y 342 resultaron heridos en 184 ataques suicidas o explosiones vinculadas a los talibanes.

Los ataques de hoy se producen además después del anuncio este domingo por parte de Estados Unidos de que había comenzado a reducir sus tropas de las 4.500 actuales a 2.500, un proceso que espera completar antes de la toma de posesión del nuevo presidente estadounidense, Joe Biden, a finales de enero.

Washington pactó la retirada de sus tropas con los talibanes el pasado febrero en Doha, en un plazo que finaliza en mayo del año próximo, y ya ha replegado a buena parte de los cerca de 12.000 soldados que llegó a tener en el país.