Un devastador incendio se extendió por los atestados edificios de un antiguo distrito de compras de la capital de Bangladesh, Daca, matando a al menos 81 personas, dijeron autoridades y testigos el jueves.
El fuego que afectó a la zona de Chawkbazar estaba controlado casi por completo tras más de 10 horas de frenética lucha contra las llamas. Algunos de los alrededor de 50 heridos tenían quemaduras graves.
El distrito, que data de la era mogol hace 400 años, está lleno de edificios separados por callejones estrechos, con viviendas sobre las tiendas, restaurantes o almacenes que dan a la calle. Miles de personas de la nación de mayoría musulmana acuden a Chawkbazar cada año para comprar los productos tradicionales con los que celebrar el iftar, el final del Ramadán.
Muchas de las víctimas quedaron atrapadas en el interior de los inmuebles, apuntó Mahfuz Riben, funcionario de la sala de control del Departamento de Bomberos y Protección Civil de Daca.
“Nuestros equipos están trabajando allí, pero muchos de los cuerpos recuperados no se pueden identificar. Nuestra gente está utilizando bolsas para trasladarlos a la morgue del hospital. Esta es una situación muy difícil”.
Por el momento se han recuperado 70 cuerpos que fueron llevados al hospital universitario de la capital bangladesí, dijo el director del servicio de bomberos, el mayor AKM Shakil Newaz. Las ambulancias llegaban al centro con los cadáveres mientras los familiares lloraban a sus muertos ante la morgue.
Los servicios de emergencia tuvieron problemas para llegar a la zona en parte porque las calles próximas estaban cerradas por el feriado nacional del jueves. Poco después de medianoche, con el incendio activo, la primera ministra y el presidente depositaron coronas en un monumento a 1,3 kilómetros (menos de una milla) del lugar de la tragedia para recordar a los manifestantes que murieron en una protesta en 1952 para reclamar su derecho a hablar bengalí, el idioma local.
La mayoría de los edificios de Chawkbazar se utilizaban tanto para fines comerciales como residenciales pese a las advertencias de posibles muertes por incendios tras uno que dejó al menos 123 fallecidos en 2010. Las autoridades se habían comprometido a regular los inmuebles y alejar los almacenes de productos químicos de los edificios residenciales.