El interés de hacer dinero fácil sin trabajarlo honradamente ha provocado grandes problemas de corrupción en México. Los puestos de alta responsabilidad en la esfera pública empujan a muchos servidores a caer en conductas delictivas.
La corrupción está en el fondo de nuestra casa; hemos perdido la cuenta del número de políticos y funcionarios de gobierno que han sido descubiertos en la trampa, el engaño o la complicidad y ya ni siquiera es motivo de indignación colectiva.
Y es precisamente que esta indiferencia ciudadana ha creado una especie de “impermeable” a quienes indirectamente les atañe la corrupción propiciada por sus colaboradores. Es decir, la crítica pública se les resbala como mantequilla.
Independientemente de los escándalos propiciados por los pésimos gobiernos de los Duarte -en Chihuahua y Veracruz-, uno de los casos que resulta imperdonable es el descaro del Gobernador de Nayarit, aferrado al cargo como un perro a su hueso.
Roberto Sandoval Castañeda se ha sumado a la lista de gobernadores sinvergüenzas que se niega a renunciar a pesar de que la Fiscalía del Estado servía de fachada para que el crimen organizado operara a sus anchas en la entidad.
¿Qué gobernador podría mantener autoridad moral después de que uno de sus hombres de confianza fuera descubierto lavando dinero del narco? Si fue tonto o corrupto, en ningún caso sirve para gobernar.
Una crisis de confianza o de traición no debería tener otra salida más que la destitución del Gobernador. Presumir que las cifras de inseguridad han bajado en Nayarit adquieren sentido: Un posible pacto de no agresión con los narcos.
Un político poblano aplica la máxima “Cuando estés atrapado en el pantano y no hay nadie que te ayude, no te muevas porque solo terminarás de hundirte”. No hay manera de defender lo indefendible; la corrupción en Nayarit permeó en el primer círculo de mando.
El colmo del descaro es que el Gobernador Sandoval califica como grilla las voces de la oposición en el Senado y la Cámara de Diputados que exigen su renuncia para ser investigado. No lo dudo, sin embargo a la exigencia del PAN y el PRD debería sumarse el PRI, al menos en un intento de deslindarse de un nuevo caso de corrupción.
Lamentablemente en México es natural que los partidos cuiden la espalda de sus cuadros; sin importar que tanta sangre o dinero ilícito tengan en las manos. Este país aguanta mucho, quizá ya hicimos callo.
Por cierto, en esta trama de criminalidad y poder llama la atención que el gobierno de Estados Unidos fue quien descubrió los malos pasos del exfiscal de Nayarit, Edgar Veytia. ¡Caramba! ¿Ningún órgano federal de inteligencia tenía información al respecto? Difícil de creer cuando sabemos que estamos bajo un modelo de “Big Brother”.
El problema es el juego político de la información que debería servir para castigar a quienes usan la estructura de gobierno para delinquir en vez de dar golpes mediáticos durante un proceso electoral. Ya estamos hartos de acusaciones que se quedan en el aire, sin investigación ni castigo.
Junto al Estado de México y Coahuila, Nayarit es uno de los estados que ha entrado en elección. Aunque se antoja difícil que el PRI repita triunfo por el lodazal en la Fiscalía, lo cierto es que con “dinero baila el perro” y eso seguramente sobrará si se trata de retener la gubernatura al precio que sea.
Tampoco debemos perder de vista que existe otro personaje nefasto compitiendo: Hilario Layín Ramírez, quien reconoció públicamente que en su primer periodo como alcalde de San Blas (2008-2011) “robó poquito”. El señor no solo es un patán que falta el respeto a las mujeres sino un descarado que tiene oportunidad de fortalecer su candidatura independiente.
No cabe duda, este tipo de política ruin y mezquina termina jodiendo al país entero.
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