La venta de alimentos en la vía pública representa un riesgo para la salud, y sin embargo los ambulantes que ofrecen desde tacos sudados a bordo de bicicletas, hasta pescado y mariscos en puestos callejeros en Semana Santa, no están sujetos a las rigurosas normas de sanidad, calidad y hasta seguridad que se aplican a la industria restaurantera formal.
“Tenemos normas hasta para descongelar el pollo, pues no hacerlo adecuadamente y asegurar una cocción adecuada puede llegar a provocar la muerte”, aseguró Erika Ávila, ex presidenta de la Cámara Nacional de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados (Canirac).
Precisamente para asegurar la inocuidad total de los alimentos, además del sazón, los 160 restauranteros afiliados a la cámara, desde aquellos establecimientos de lujo hasta las fondas y cocinas económicas con servicio en mesa, asisten periódicamente a cursos de capacitación; capacitación en materia sanitaria que no aseguran quienes sirven alimentos en la calle.
La empresaria resaltó que vender verduras crudas exige un riguroso manejo de las mismas, que es supervisado por las autoridades sanitarias. “Sin embargo vemos por las calles que se venden cócteles de frutas, gelatinas, jugos de fruta, ensaladas frescas, tortas y sándwiches con lechuga, asoleados, en medio del polvo”.
Es el caso también de la capacitación periódica que reciben los restaurantes en materia de seguridad, por el uso de fogones, asadores y productos flamables como los aceites, para evitar accidentes que pongan en riesgo a los comensales y personal.
Sin embargo es frecuente observar que en los puestos informales de comida se utilicen mangueras improvisadas para conectar estufas con tanques de gas.
“Estamos en total desventaja con los comerciantes informales de alimentos, y no sólo en lo que se refiere a pago de impuestos, de seguridad social para los empleados, de servicios básicos como electricidad o agua potable, sino también en materia sanitaria y de seguridad”, destacó Ávila Gutiérrez.
Hizo notar que si un comensal llega a enfermarse al comer en un establecimiento formal puede incluso demandarlo, pero de contraer una enfermedad por comer en puestos ambulantes lo único que pasa es que escuchará que “eso te pasa por comer en la calle”.