La búsqueda de la felicidad en nuestra vida puede llevarnos por caminos muy diversos, desde la religión, la autorrealización, el dinero, el amor, etc. pensar que existe una definición única sería absurdo, y entrar en discrepancias filosóficas sobre el tema no es la intención de este espacio. Entonces, ¿Puedo ser feliz en redes sociales?…

Quizá no encontremos una revelación espiritual en Facebook o la cura para la depresión. Pero seguramente podremos fortalecer nuestra necesidad de pertenencia y obtener periodos breves de placer; lo que nos ayudará a sentir una satisfacción personal semejante a nuestra concepción de felicidad propia.

Diversos estudios han comprobado que las redes sociales influyen en nuestra salud mental. Anteriormente, mencionamos algunos que se enfocan en medir la depresión causada por estos medios. Sin embargo, también existen investigaciones en donde los resultados muestran que obtener “likes” resulta en una liberación de dopamina, que es un neurotransmisor producido por nuestro cerebro y se asocia con el placer, es la misma sustancia que se desprende al tener relaciones sexuales, consumir drogas o comer chocolate.  Además, algunas publicaciones sentimentales pueden provocar que nuestro cuerpo genere oxitocina, que es la hormona relacionada al amor y la pertenencia.

Un estudio llamado Facebook y tu cerebro, publicado el 2012 en la revista estadounidense  “Psychology Today”, afirma lo siguiente: “Facebook engaña a nuestro cerebro para creer que nuestros seres queridos nos rodean, lo que históricamente ha sido esencial para nuestra supervivencia como especie. El cerebro humano evolucionó miles de años antes de invención de la fotografía, por lo que no posee la capacidad de hacer una diferencia notable entre las emociones en imágenes y las que vivimos en nuestra convivencia cara a cara”. Lo que explica  por qué las representaciones graficas son tan poderosas para generar contenido viral.

Entonces, está comprobado que nuestro cuerpo reacciona a los estímulos que recibimos en redes sociales generando químicos asociados con el placer y la seguridad afectiva. Además, a nuestro cerebro le cuesta trabajo hacer una distinción entre las relaciones en el mundo real y el mundo virtual, por lo que puedo ser feliz (con dopamina) y encontrar el mismo sentido de pertenencia que en mi vida diaria (gracias a la oxitocina).

Depresivo, banal, superficial o en busca de aceptación; no importa, ya que en redes sociales la depresión está a unas cuantas horas de representaciones idealizadas de lo que deseo ser, y la felicidad se encuentra a unos cuantos likes, los suficientes para generar dopamina y oxitocina.

Al final, es mi propia autoestima la que se amplifica en el mundo digital y determina el número de likes que necesito para ser feliz.

 

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