Conforme a la información del Banco de México, 95.4 por ciento de las remesas que se recibieron en México en 2016 provienen de Estados Unidos. Se trata de un flujo de recursos que actualmente constituye la tercera fuente más importante de divisas para el país, sólo por debajo del ramo automotriz y el agroalimentario, y superando ya al sector turismo y la renta petrolera.

El volumen de remesas enviadas a México comenzó a crecer de manera importante desde 1980. Años más tarde, entre 1995 y 2007, dicho volumen creció de manera sostenida al pasar de 3,672.7 a 26,058.8 millones de dólares anuales. Luego descendieron a 21,303.9 millones de dólares en 2010, para repuntar nuevamente hasta alcanzar un máximo histórico de 26,972.4 millones de dólares en 2016. Se trata de un patrón que se vincula de manera importante con la instauración del modelo neoliberal en México, el arranque del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, un notable incremento en el volumen de los flujos de migración de mexicanos a Estados Unidos y cambios sustantivos en la política migratoria estadounidense.

El impacto de la crisis económica de 1995 en México, producto del llamado error de diciembre, puede considerarse como un parteaguas en la naturaleza del fenómeno migratorio, así como en lo que toca al envío de remesas. Asimismo, fue notable el efecto de la crisis financiera de 2008, que afectó seriamente la economía estadounidense y redujo ostensiblemente el flujo de remesas hacia nuestro país.

A grandes rasgos, el patrón también puede observarse en el caso particular del Estado de Hidalgo. En nuestra entidad el flujo de remesas alcanzó su máximo histórico en 2007, al ser enviados 1,092 millones de dólares, lo que representó 3.9 por ciento del total enviado al país. Observándose una tendencia a la baja hasta 2013 y un repunte hasta 2016, año en que ingresaron a la entidad 764.98 millones de dólares (2.6% del total).

En el caso de los hogares, un tema de interés es la importancia que las remesas tiene en el seno de las comunidades donde se reciben. Ciertamente hay bastantes indicios en el sentido de que se gastan en la satisfacción de necesidades básicas tales como alimentación, la adquisición de bienes de uso duradero, o la construcción o mejoramiento de las viviendas, principalmente. Algunos estudios, sin embargo, proponen que los excedentes de las remesas, si los hubiere, constituyen una suerte de fondo social, útil para el desarrollo de las comunidades de origen, y con efectos multiplicadores para la actividad económica local y regional. Supuesto este último en el que se sustentan algunos programas sociales, en particular el Programa 3×1 para Migrantes, de la Secretaría de Desarrollo Social.

De acuerdo con la información de la Encuesta Intercensal 2015, en 42,508 hogares hidalguenses recibieron dinero de alguien que vive en otro país (5.6% del total de hogares). Destacando municipios tan diversos como Ixmiquilpan (3,232), Zimapán (2,109), Pachuca de Soto (1,705), Tulancingo de Bravo (1,704), Tecozautla (1,262) y Huichapan (1,259). El ingreso promedio en dichos hogares, sin embargo, fue de $6,500 mensuales, lo que sugiere que las remesas se utilizan apenas para cubrir los gastos básicos de las familias que las reciben. En esa tesitura, una discusión relevante gira en torno a la pertinencia de los programas sociales dedicados a las familias que reciben remesas desde el exterior.

 

Dr. Ignacio César Cruz Islas

Investigador de El Colegio del Estado de Hidalgo