En lo personal tenía una cierta expectativa ante la tan prometida adaptación live-action estadounidense por parte de Netflix, del aclamado manga y anime creado por Tsugumi Ohba “Death Note”, la cual desde el anuncio del proyecto causó controversia por su elenco, el cual contemplaba a actores adolescentes de bajo perfil para encarnar a lo icónicos Light y “L”.

Light Turner (Nat Wolf, ‘Ciudades de Papel’) contrario al personaje original, en esta adaptación es un rechazado que al caer una misteriosa libreta del cielo con la cual se puede matar a cualquier persona de la que se conozca nombre y rostro, decide usarla para vengar situaciones de su pasado, y de paso para conquistar a la chica que le gusta, Mia (Sarah Margaret Qualley).

Pero cuando Light empieza a levantar sospechas sobre las extrañas muertes de criminales, un agente investigador independiente conocido como “L” (Keith Stanfield, ‘Get Out’) lo cazará para dar con la verdad de lo que sucede, mientras, su ángel de la muerte (un desperdiciado pero notable Willem Dafoe) lo convencerá de usar a su favor este artefacto mortal.

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Cabe hacer la advertencia de que para aquellos que son ‘fan from hell’ de esta obra de culto japonesa, no van a encontrar más que referencias básicas del anime y los nombres de los personajes en este intento de adaptación.

Lo primero que me vino a la mente durante la primer media hora de ver la película dirigida por Adam Wingard (La Bruja de Blair, 2016) fue la similitud de aspectos tanto narrativos como visuales, con la cinta del año 2000 dirigida por James Wong “Destino Final”, donde tenemos personajes adolescentes, muertes burdas y ‘gore’ justificadas por una premisa muy básica.

Sí, los fanes concordarán conmigo en que Death Note lo que menos tiene es ser “básico” en su historia, pero lamentablemente a Wingard le gana el presupuesto y el tiempo para profundizar en sus situaciones y personajes, por lo cual, la interacción entre Light, “L”, Mia, Ryuk y secundarios resultan fortuitas, fugaces y sin un hilo que los una más que el de llegar lo más rápido a la forzada y torpe conclusión.

Que conste que estoy tratando de evitar comparar esta adaptación con la fuente de donde toma su premisa, ya que algo que hace bien esta versión “gringoide” es plantarse bien en la cultura norteamericana justificando el desenvolvimiento de la cinta en ataduras emocionales y personajes egocéntricos, alejados de la inteligencia y profundidad que se maneja en la obra original.

¿Un reflejo de la sociedad gringa? Tal vez. Lo que sí es que aparte de su torpe y apresurada narrativa, la cinta cuenta con varios momentos de comedia involuntaria incluyendo las absurdas y burdas muertes ocasionadas por Light y su Death Note.

Asimismo, Willem Dafoe pese a sus cortas apariciones (mucho por lo que creo sería el presupuesto para recrear al Ángel de la Muerte con CGI), logra robarse las secuencias en las cuales aparece y con un cierre que puede resultar tramposo, pero que le otorgan mucho mérito al final del metraje.

Tal vez dentro de las expectativas de esta adaptación residía en los fanes ese latente miedo a una película decepcionante y olvidable, pero vaya, Wingard logró una película bastante mala; sin embargo, con algunos momentos memorables como la del descubrimiento, cuando Light conoce a Ryuk, la cual parece sacada de una absurda comedia o sketch televisivo.

Por ahí dicen que “cuando algo está bien, no es necesario arreglarlo” y aquí aplica completamente. La única sugerencia para ti querido lector es “si no eres fan del anime siéntete libre de verla, pero si te gusta y no has leído o visto la obra original, aléjate de esta absurda adaptación”.

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