Eva Illouz —una socióloga marroquí, experta en historia y sociología de las emociones— asegura que querer y tener hijos es una obligación cultural que se impone a las mujeres, y esa imposición les está provocando una enorme ansiedad.

«Ella, en el largo camino de regreso a casa, tuvo mucho tiempo para machacar sus pensamientos, quería ser madre, necesitaba ser madre, se negaba a aceptar la idea de que sus serias dificultades hormonales no se lo permitían, estaba segura que su marido era el problema. Diez horas encerrada en el avión la animaron a contar su versión al joven alemán sentado junto a ella. Lo convenció de acompañarla a México y ser el donante de esperma. Cuando su esposo la vio salir por la sala internacional acompañada, intuyó que algo no estaba bien.»

En el consultorio, él le pidió al médico que le explicara una vez más la razón por la cual ella no podría nunca concebir hijos. Lo primero que pensó fue: «¡Y ahora qué fregados hago con el alemán!».

Este es un pequeño ejemplo de lo que esa ansiedad de la que habla Illouz puede provocar en una mujer. He conocido casos en los que incluso se enferman por no cumplir con la imposición.

Así es, la maternidad y la paternidad son una posibilidad, jamás deberán ser una obligación y mucho menos que sirva para controlar a la otra persona. Estoy hablando de uno de los cuatro holones de la sexualidad; así lo describe Eusebio Rubio: «Por reproductividad se quiere decir: tanto la posibilidad humana de producir individuos que en gran medida sean similares (que no idénticos) a los que los produjeron, como las construcciones mentales que se producen acerca de ésa posibilidad».

Ahora se habla mucho de los derechos reproductivos, poco se menciona que un derecho también es decidir no reproducirse y sin que tenga consecuencias sociales. Lo que quiero decir es que ser madre o padre no te hace mejor persona que las y los demás; tampoco a la inversa.

Yo me he preguntado: «Qué sería de este mundo si todas y todos viniéramos a él completamente deseadxs y queridxs?». Seguramente mejor.

La misma Eva Illouz señala, por otra parte, que el sexo, el romance y el matrimonio forman parte ahora del mercado de consumo. Yo añadiría que también la reproducción.

Sé de un caso en Tabasco de un hombre que con un falso argumento de altruismo hacia las personas que no pueden tener hijos, tiene a su esposa e hijas constantemente preñadas. El problema es que cobra por los bebes a pedido.

También hay una corriente muy fuerte asegurando que las mujeres que se prestan como vientres de alquiler lo hacen porque así lo quieren y es su derecho. Si el crimen organizado no estuviera detrás de ello, quizá muy remotamente lo creería, pero no es así. ¿Sabía usted que hay lugares donde tienen a  jóvenes  mujeres que han sido secuestradas o robadas o engañadas, encerradas dando a luz para que otros se hinchen de dinero?

Que no nos engañen, es como el absurdo argumento de la prostitución, que las mujeres están en su derecho de prostituirse. Ojalá se defendiera con tanta pasión aquellos otros derechos donde las únicas beneficiarias del ejercicio de los mismos solo son las mujeres y no terceras personas.

Esta columna les llega correctamente escrita gracias a mi amigo del alma el escritor Carlos de la Fé, que se ha dado a la tarea de corregirla.

Agradezco enormemente los comentarios recibidos.

 

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