Conflictos bélicos, guerras civiles, enfrentamientos entre grupos contrarios y pandemias, son algunas vivencias padecidas en la vida social, estos acontecimientos son permanentes en el hombre, le han causado grandes males, pero han obtenido enseñanza de ellas.

De del mismo modo, los trastornos propiciados por fenómenos naturales: terremotos, maremotos, huracanes han causado trastornos económicos y hasta perturbaciones mentales. Estos desastres se han fijado en nuestras imaginaciones y se revive con frecuencia en diálogos cotidianos con los seres con quienes se mantiene comunicación.

El terremoto acontecido el 19 de septiembre, patentado por S19, afectó en mayor medida a la en la Ciudad de México (CDMX), Morelos, Puebla, aunque sus efectos fueron sentidos en otras entidades federativas sin grandes consecuencias, más que el miedo. Días antes otro de estos fenómenos naturales afectó en lo material y en el ánimo de moradores de los Estados de Oaxaca, Chiapas y Tabasco.

Ya han pasado 13 días del fatal acontecimiento provocado por la naturaleza y sus secuelas económicas, sociales y anímicas se siguen comentando con familiares, amistades y entre compañeros de trabajo. Es un recuerdo afianzado, adherido como la piel en el cuerpo, la permanencia en nuestra memoria se debe a que sus consecuencias son de mayor intensidad, es decir, provocó dolor, sufrimiento, daños económicos y en lo emocional; por consiguiente, tardará en enviarlo al olvido, porque estas angustias no se borran, solo se van diluyendo con los años hasta que queda en el recuerdo.

En el arsenal de recuerdos van a quedar las imágenes de personas dando ayuda desinteresada, el cuadro de miles de voluntarios en su afán de rescatar vidas humanas, salvar animales, el retrato de cientos de almas altruistas que dieron a los afectado lo mucho o poco de su patrimonio, los donativos fueron con posibilidad de disminuir el sufrimiento de quienes perdieron a sus familiares.

Los diarios impresos han dado cuenta de infinidad de personas con capacidades diferentes apoyar para retirar escombros, personas octogenarias repartiendo víveres o racionando sus pertenencias para ser utilizadas por quienes se quedaron sin nada.

En la memoria colectiva van a quedar las fotografías del personal uniformado, instruidos, capacitados, enseñados en forma física y en el psicológico para resistir extenuantes horas de trabajo, cuando el cansancio arrecia reponen sus gastadas energías cerraron los ojos por unos minutos en pórticos o de plano tendidos en suelo, ya repuestos continuar con nuevos bríos. También en la remembranza queda el uniformado, quien al rescatar a una madre e hija ya sin vida le gano la emoción y flaquea con llanto. Lágrimas de impotencia de no poder hacer nada por volverles la vida, en evocación quedará nombres de canes que ayudaron en la búsqueda de sobrevivientes y de cadáveres.

En el recuerdo va quedar la ayuda de jóvenes, hombres y mujeres ayudando en lo que se le permitió hacer por falta de equipo, porque, para realizar trabajos que requería determinado tipo de calzados, cascos para evitar nuevos accidentes, repartiendo víveres, centros de acopio de alimentos, ropa y medicinas. En estos apuros es donde se valoriza la participación individual, en estos trances que pone a prueba el carácter del joven, mujer, hombre  personas de la tercera edad, todos ellos demostraron ese noble sentimiento que es el amor, entendida por amor el desmesurado cariño hacia otras personas y hacia la humanidad.

Es muy alentador escuchar jóvenes universitarios, los sin instrucción  escolarizada colaborar juntos  a una sola causa, la causa es  salvar vidas, algunos al no ser aceptados en las cuadrillas para levantar escombros, con otros organizan en la colecta de víveres y enseres de limpieza y conseguir trasporte e ir a repartirlas a comunidades olvidadas por organismos sociales o  gubernamentales en el Estado de Morelos, Puebla y Oaxaca, para demostrar la veracidad de la entrega de la ayuda, sus palabras son apoyadas con fotografías y documentos sellados por autoridades locales sobre la recepción y repartición de cargamentos.

Esta noble manifestación de ayudar se llama solidaridad y el apoyo es acto de humanidad. La humanidad se salva llevando a la práctica las sabias palabras del padre del Psicoanálisis, Sigmund Freud externó: “El amor y el trabajo son los pilares de nuestra humanidad”.