Con 104 años recién cumplidos el 10 de octubre, la Casa Hogar de la Buena Madre es uno de esos lugares que por su loable labor toda una ciudad y mucha gente ayuda para sostener y preservar su funcionamiento, pues en más de un siglo ha sido precisamente eso: una buena madre que brinda cuidado, atención, apoyo, refugio, protección y cariño a muchas niñas.

Niñas a quienes ha sido posible darles un poco de eso que el destino les quitó, pero que con cuidados y ayuda se ha podido sacar adelante a generaciones de niñas a quienes se les ha buscado reconstruir su infancia.

Rocío Monzalvo Sánchez, administradora general de la Casa Hogar de la Buena Madre, relata que en la casa tienen registros desde 1897, siendo su fundador un ingeniero en minas que se llamó Luis Carrión, quien donó las actuales instalaciones de la casa en conjunto con la junta de beneficencia privada de aquel entonces, con la idea de dar cobijo y atención a niños, niñas y ancianos, por lo que en sus inicios se llamó Asilo la Buena Madre.

Don Luis Carrión compró y donó la casa en 1913, y al reconocer que podía atender a los residentes, se dio a la tarea de buscar señoras que ayudaran en la casa, señoras pudientes que tuvieran recursos y que tuvieran la posibilidad de ayudar a estas personas.

“Obviamente esas señoras pudientes dijeron: ‘¡Ah! ¿Cómo vamos a ir nosotras a atender a los niños? Vamos a buscar religiosas’”, por lo que buscaron a monjas para que les ayudaran con los niños, pues las congregaciones religiosas hacen su labor altruista sin ningún costo.

En la oficina de la directora hay un texto del 28 de mayo de 1950, de una gaceta llamada La Voz de Pachuca, que reseña un poco de la historia de esta casa hogar, ya que el documento y la señora Monzalvo refieren que la primera presidenta del patronato de esta casa fue Amalia M. de Maquivar, quien tenía como encomienda albergar a niños huérfanos y a ancianos impelidos de trabajar en este lugar.

Las niñas tienen talleres extraescolares como computación, inglés, matemáticas, taller de lectura.

Debido a sus negocios, la señora Amalia dejó en 1945 la presidencia del patronato, que pasó a manos de la señora Ángeles Ramírez de Márquez, periodo en el cual, al darse cuenta de que no podían con todo el trabajo y era muy problemático, optaron por convertirse únicamente en un hogar para niñas, “ellas buscaban, desde su ámbito social, personas que pudieran donar dinero para apoyarlas, como tenían el apoyo de las religiosas, todo el dinero lo aplicaban para ayudar a las niñas”.

En ese año la casa fue remozada para educar a las 45 niñas que en aquel entonces la habitaban y se educaban en los colegios Anglo Español, Hispano Mexicano y la Escuela Americana, pues se buscaba incorporar a la sociedad a estas pequeñas que estaban en desamparo.

Monzalvo Sánchez refiere que para 1983, la señora Angelita decidió separarse del patronato, ya que por enfermedad ya no podía continuar como hubiera querido sus labores, por lo que en ese año se decidió invitar a la señora Esperanza Peláez, al señor Pedro Tellería y a su esposa, a la maestra Carolina y hacen la integración por seis señoras y continúan con la labor.

En aquellos años había escasez de recursos y la casa estaba en situación precaria porque no tenían el suficiente alimento, no hallaban quién pudiera donar.

Pero un gran cambio en la Casa Hogar de la Buena Madre fue la llegada de la congregación de Las Hermanas de Bethania, Consoladoras de la Virgen Dolorosa, quienes son una congregación procedente de Guatemala y que llevan ya 30 años de cuidar de esta casa hogar en Pachuca.

“Gracias a ellas, creo que ha sido el eslabón más grande que ha tenido La Buena Madre, porque ellas desde que ingresaron, que son de origen guatemalteco, pero la directora general de la casa es Sor Bertha María, que es mexicana, en ese momento la señora Esperanza dijo, ‘que bueno que llegó esta congregación’”, esto, porque al cambio de mesa directiva y ante la situación precaria que había en la casa, las anteriores religiosas decidieron dejar el hogar.

Así que llegó esta congregación a la casa de Pachuca y se pusieron a trabajar, igual con carencias de mil cosas, pero con un ánimo inquebrantable de ayudar.

 

El origen de las pequeñas

Monzalvo indica que las niñas de la casa vienen de hogares con abandono, desintegración familiar, situación de riesgo, “pero la más importante, extrema pobreza, que las niñas estén carentes de supervivencia, de tener todo para poder sobrevivir”.

Los relatos de la procedencia de las niñas son muy tristes, conduelen, porque a su corta edad les ha tocado vivir situaciones de abandono, “todas tienen familia, pero nadie se encarga de ellas”.

Por estatutos, las niñas pueden estar hasta los 18 años.

Reveló que la mayoría de ellas viene canalizada por los DIF municipales o de gobierno del estado, por lo que a este hogar llegan niñas de los municipios de Hidalgo y hasta de otros estados, pues han arribado niñas provenientes de Chiapas, detectadas en Tulancingo, pero al no tener lugar la Casa de la Niña, fueron canalizadas a La Buena Madre.

Otra forma en que llegan, es que familiares acuden a la casa a solicitar la ayuda, a quienes se les hace un estudio socioeconómico, “principalmente vienen las abuelitas, o los tíos, o a veces el papá, que a la mejor es alcohólico, o que no tiene trabajo, o trabaja en la basura, y que no tiene con quién dejar a sus niñas o quien se las cuide, pero lo principal es debido a cómo es su vida”.

 

Curar heridas físicas y de alma

Son ocho religiosas de la congregación de las Hermanas de Bethania, todas ellas misioneras de Guatemala, quienes se hacen cargo física y espiritualmente de las niñas de la Casa Hogar de la Buena Madre, quienes con enorme voluntad y mucha vocación se han dado a la tarea de reconstruir la infancia de estas pequeñas cuyas edades son de los dos añitos y medio, hasta jovencitas cercanas a la mayoría de edad.

Ellas vienen a Pachuca con el permiso de autoridades migratorias y de asociaciones religiosas, pues hoy en día es muy difícil que permitan la entrada a religiosas extranjeras, “nos tardamos 6 meses en ingresar una religiosa a La Buena Madre, no hay muchas vocaciones en México y esta congregación tiene muy claros sus objetivos, su visión y trabajo de ellas, que es totalmente altruista”.

Y es que el ejercicio de la bondad es la vocación de esta congregación católica, que fue fundada en Guatemala para ayudar, quienes han extendido su trabajo a México, Colombia, Estados Unidos, Brasil, El Salvador, pues su fin es ayudar a las gentes que más los necesitan.

Para restañar sus heridas físicas, emocionales, espirituales y psicológicas, pues son pequeñas que han sido muy maltratadas, han sufrido de violencia y encierro, la casa cuenta para ellas con dos psicólogas que tienden puentes a estas pequeñas para sanar sus problemas, una de ellas que se enfoca a las niñas pequeñas, y la otra que atiende a las niñas grandes.

Para curar esas heridas que llevan en el alma, el trabajo de las religiosas es muy importante para que las niñas se sobrepongan al miedo de estar en un nuevo lugar, remontar sus orígenes donde padecieron hostilidad y poder volver a confiar, “las religiosas tienen una gran voluntad humana, mis respetos, las apapachan, las cuidan, las quieren mucho, desde el momento que llegan son bien recibidas”.

Las religiosas tienen una gran voluntad humana, mis respetos, las apapachan, las cuidan, las quieren mucho.

Como en cualquier casa, cuando se portan mal se les corrige, pero las niñas encuentran en La Buena Madre precisamente un nuevo hogar en donde empezar de nuevo y de mejor manera.

Cada 8 días se les permite a las niñas salir con sus familiares, pues el DIF les menciona que el propósito es la reintegración familiar, pero en muchas ocasiones esto no favorece, porque las niñas pueden correr riesgo en el caso de familiares alcohólicos o drogadictos y acuerdan la permanencia de ellas en la casa, o bien a veces los familiares se desaparecen por semanas o meses, “todo eso lo ven las religiosas y las psicólogas, no solo la parte espiritual, sino la parte social de cómo cuidarlas”.

Tras este proceso, enseguida se les busca a las niñas becas de escuelas para que comiencen o continúen sus estudios, incluso escuelas particulares les brindan el apoyo, y dependiendo de su desarrollo se integran a la vida escolar.

 

Un día en la casa

Volvemos poco después a la amplia casa de las pequeñas, quienes de forma muy educada nos dan los buenos días, mientras Sor Mayra Barillas Guzmán, quien es una de las religiosas del lugar, nos da la bienvenida y nos lleva a recorrer las instalaciones de la casa, las cuales, cabe decir, son muy dignas y muy limpias, ya que tanto religiosas, administradoras, como las niñas se encargan del aseo del hogar pues así se les enseña de responsabilidades.

En un día común, las niñas medianas y grandes se levantan a las 5 de la mañana, hacen oración y se van a duchar, mientras las más pequeñas que van al colegio se levantan a las 6 de la mañana.

Los dormitorios están distribuidos en literas, espacios donde las madres también pernoctan para cuidar de las niñas. Cuando terminan el aseo, la madre Mayra refiere que las mayores ayudan a peinar a las más pequeñas, para luego irse al comedor a desayunar, donde también hacen oración de agradecimiento por los alimentos y después se van al colegio.

Sor Mayra reconoce que el trabajo es más o menos pesado, pero la gratificación es muy amplia por el cariño que les tiene, “es un trabajo con mucha responsabilidad, son almas”.

El ejercicio de la bondad es la vocación de la congregación de las Hermanas de Bethania, fundada en Guatemala.

Las niñas tienen su salón de juegos con un estante lleno de muñecos, y regresando del colegio, llegan a comer y enseguida se van a los salones de tareas para las más pequeñas, y de deberes y clases para las medianas y grandes.

Tienen un comedor muy grande, que al igual que la casa y sus propias personas, lucen una gran limpieza y pulcritud, donde hacen las tres comidas y donde siempre se agradece el alimento con una plegaria; aquí las niñas grandes también aprenden a cocinar, en el espacio hay un televisor, que por el momento no tiene cable, para que las niñas vean los dibujos animados.

Las niñas tienen a su disposición un moderno salón de cómputo y también un moderno taller de costura que se han podido conseguir gracias a las donaciones, donde aprenden computación y costura.

Las pequeñas hacen oración en el corredor principal y también tienen un gran patio techado, con juegos, donde tienen juguetes para divertirse y un área de juegos recién llegada a la casa para su esparcimiento, “aquí luego tienen una plaza cuando juegan”, nos comparten.

Así les llega la noche, donde luego de hacer tareas o haber participado de sus talleres, se reúnen en el comedor para hacer oración e ir a descansar.

 

Donaciones

Rocío Monzalvo Sánchez es la administradora general quien se encarga de todo el trabajo de financiación de la casa, pues una casa tan grande con 52 chiquitinas requiere, como toda vivienda, pagar servicios, el sostenimiento de la casa y de las niñas.

Desde hace 15 años forma parte de la estructura de La Buena Madre, ya que siendo licenciada en Administración y Sistemas Computacionales recuerda que la invitaron a hacer un taller de computación, le gustó tanto el proyecto y la labor con las niñas, que al disponer de tiempo, se involucró en la tarea de ayudar, por lo que le pidió a la mesa directiva la posibilidad de aportar.

Como estudió una maestría en negocios, empezó a ver cómo estaba el tema de las organizaciones y así, conversando sobre las necesidades de la casa con la directora Sor Bertha María, ha trabajado en atraer donaciones que tanta falta hacen a la casa hogar, para que las religiosas se pusieran a atender a las niñas mientras ella se ocupa de conseguir apoyos y donaciones.

«Esta es su casa, ha habido un verdadero avance de vivir, no en una casa, sino en un verdadero hogar».

Así que gracias a este trabajo, en el cual le ayuda también su familia, ha sido posible presentar proyectos para atraer, por ejemplo, apoyos de Sedesol para ampliar los dormitorios, de Fundación Herbalife que da un gran donativo, porque a esta fundación le interesa que las niñas tengan una alimentación sana y nutritiva; el patio techado se logró gracias a una donación de Oxxo y el piso del mismo patio se pudo instalar gracias a una donación de Fundación Banamex.

Escuelas públicas y particulares les brindan apoyo con becas, Cenhies por ejemplo, entre otras, además hay voluntariado para llevar a las niñas a la escuela pues hay quien paga un chofer para que lleven y traigan a las niñas, a veces les dan boletos para irse a la feria o al cine gracias a Cinépolis o la Fundación del Dr. Simi e incluso se las han llevado a Six Flags luego de participar en cursos de protección civil.

Cada fundación lleva un objetivo así que tienen programas educativo, psicológico y de nutrición que dirigen a las niñas de manera principal.

Además, las niñas tienen talleres extraescolares como computación, inglés, matemáticas, taller de lectura, taller de valores, costura y bordado, donde reciben asesorías de maestras y de las religiosas. En la casa tienen un programa de costura al cual le ha dado apoyo Sedesol, ya que ayuda a las niñas y les interesa, porque a las jovencitas les da la posibilidad de tener un oficio del que puedan vivir.

Cuando las niñas se enferman, el Sanatorio Santa María les ayuda enormemente con consultas, recetas e incluso las operaciones, teniendo este apoyo por ya 30 años, mismo años en que también la Central de Abastos ayuda a la casa hogar abasteciendo de alimentos.

La Fundación Dibujando un Mañana también ayuda a esta casa hogar, pues le interesa ayudar en la educación pero también atiende el inmueble donde están las niñas, por lo que aportan donativos en esos rubros.

 

Los frutos

Monzalvo refiere, “por estatutos, las niñas pueden estar hasta los 18 años, pero en 2003 las monjas decidieron que no se vayan todavía, porque las niñas a los 18 años no son independientes, no están listas todavía para salir a la calle”.

Por eso, las madres optaron porque a las mayores de 18 años, en el caso de que quieran seguir en la casa, se les pase a la residencia para que no se vayan, que sigan viviendo y sigan estudiando, por lo que se van a la casa de las religiosas, que está en un anexo.

“Ya tenemos casos de éxito, a la fecha ya tenemos 12 casos de niñas o jovencitas que ya son nivel licenciatura, otras más de carreras técnicas, y que ya están trabajando”, es decir, ya tienen más armas para salir a la vida, e incluso, cuatro están en noviciado.

«Ya tenemos casos de éxito, a la fecha ya tenemos 12 casos de niñas o jovencitas que ya son nivel licenciatura».

En la casa hogar tratan que las niñas terminen la prepa, y las exhorta a seguir estudiando, aunque al cumplir los 18 años tienen la libertad de salir de la casa, o bien, continuar en la misma, como muchas que no se han desligado de ella, porque sigue siendo su hogar.

En 104 años no hay un estimado de niñas atendidas en más de un siglo, pero la señora Monzalvo dice que algunas niñas de las que han pasado por la casa regresan, “se ha fomentado que en algún momento quienes vivieron aquí, puedan venir a apoyar en alguno de sus ratos libres, una chica venía a ayudarles con su tarea, o en manualidades”.

En la casa siguen a las que fueron sus niñas, porque se hace un día de la exalumna, el 15 de septiembre, “para ir integrando a esas señoras que estuvieron en su tiempo aquí en la casa hogar, quienes exponen su vida y como están ahora, para hacerles ver a las niñas con una recapitulación de sus vidas, para que las niñas vean y ellas aprovechen el estar aquí”.

Como en todo, hay buenas y malas historias, porque había monjitas agresivas en alguna época y pocos recursos que apenas alcanzaban, pero las exalumnas se muestran muy contentas de ver cómo está la casa actualmente.

“Esta es su casa, ha habido un verdadero avance de vivir, no en una casa, sino en un verdadero hogar, así nos bautizó Oxxo. Oxxo nos dijo: no es una casa, sí es un verdadero hogar”.