Desde inicios de la década de los noventa el sistema electoral mexicano se ha modificado en función de sus propias necesidades. Las reformas que se han realizado a la legislación electoral han promovido sentar las bases para la equidad presupuestal, delimitar las facultades a los tribunales electorales, fiscalizar con rigor los recursos que reciben los partidos, entre otras.

En todos los ámbitos mencionados, el diagnóstico sobre su efectividad es reservado. No sólo por la aplicabilidad de las leyes sino también por el comportamiento de los actores involucrados. Esto es, partidos, candidatos, autoridades electorales y tribunales con frecuencia encuentran caminos alternos a lo que mandata la norma.

Ha llegado a tal nivel el vericueto legal en materia electoral que ahora todo está lleno de absurdos. Por ejemplo, hace unos días concluyó un periodo dentro del proceso electoral que se le denomina precampañas. En esos 60 días – se supone – los actores políticos realizan una campaña al interior de sus partidos para ganar los apoyos necesarios y conseguir una candidatura.

Ese periodo, hay que decirlo con claridad es una simulación. Los mismos partidos políticos eligen con anticipación (y con métodos cuestionables) a los candidatos más convenientes. Estos llamados “precandidatos” se presentan en sociedad como aspirantes a una candidatura. Ahí se encuentra el primer engaño. Porque ese periodo de tiempo en donde se supone que los aspirantes se encuentran en un ejercicio interno para competir por un cargo de elección, es una farsa. Las designaciones ya están definidas con anticipación. De esta manera, los aspirantes y los partidos aprovechan para promocionarse “sin hacer campaña”.

La segunda simulación es que supuestamente los aspirantes realizan un trabajo de promoción del voto dentro de sus partidos para lograr una candidatura. Sin embargo, lo hacen en medios nacionales y a lo largo de todo el país. De tal manera, que las personas ajenas a todos estos procesos se involucran y manifiestan una preferencia por las opciones que “todavía no son formales” porque apenas son precandidatos.

Al paso de unos días, por arte de magia, aquellos que eran precandidatos resultan favorecidos en convenciones nacionales o designaciones cupulares. De tal suerte, que el ejercicio previo no sirvió de nada. Salvo para dar posicionamiento a los mismos candidatos y partidos.

Después viene otra etapa. Un periodo llamado de inter campañas. En los próximos días los precandidatos podrán asistir a entrevistas, hacer actos privados, tener exposición pública pero no pueden llamar al voto, ni promocionarse. La razón es que no son candidatos todavía. Lo serán hasta que exista un registro formal e inicie el periodo de campañas.

Si a usted amigo lector no le resultan muy claros estos avatares, no se preocupe. Los mismos precandidatos están confundidos. No saben que se puede y qué no se puede hacer en esta etapa. Sus asesores habrán de darles un poco de luz al respecto, pero al resto de los personas nos queda un sensación de incongruencia.

En un ejercicio de sinceridad ¿toda esta verborrea electoral hace falta para tener elecciones más justas, equitativas y limpias? ¿Lo anterior, coadyuva a reducir los gastos de las campañas, robustecer la oferta política, democratizar los procesos internos de los partidos? Al parecer nada de lo anterior se cumple.

Por tanto hay que utilizar el criterio común en materia electoral. Hay que hacer que desde la esfera ciudadana se escuche la inconformidad de toda esta danza electoral que cuesta varios millones de pesos y que no aporta nada al entramado democrático nacional.

Vamos a ver en estos días algunas estrategias de los equipos de campaña de los precandidatos para hacerle frente a esta etapa. Es decir, dentro de sus trincheras partidistas se están preparando para tomar un atajo o descubrir una vereda que permita evadir la ley. Todo con una clara idea: seguir promocionarse en medios y no perder el ritmo de sus precampañas.

Es increíble que después de tantos años todavía no sentemos las bases de un sistema democrático a la hora de organizar una elección presidencial. Hay tantos vicios dentro del sistema en donde todos los involucrados buscan afanosamente los vericuetos de la ley para tomar ventaja o evadir los mandatos legales.

 

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