En días pasados se suscitó un hecho que vulnera la institucionalidad democrática del país. Después de recorrer un amplio camino (y de los procedimientos) un candidato independiente se “sube” a la contienda presidencial.

No hace mucho, algunas voces expresaban su preocupación por que el sistema de representación política en México se encontraba monopolizado por los partidos políticos. Es decir, sólo existía la posibilidad de participar para ocupar cargos de elección si se tenía el aval de aquellos.

Después de largas jornadas jurídicas, legislativas y políticas se logró (a medias y con artilugios legales que las hacen muy complejas) la posibilidad de contar con candidaturas independientes. Esto es, cualquier persona puede participar para ocupar un cargo de elección si logra conseguir cierto respaldo ciudadano. Dicho de esta manera, suena muy generosa la posibilidad. Pero no es tan sencillo.

Los recientes acontecimientos nos puedan dar cuenta de lo anterior. Conviene iniciar con un breve análisis de los perfiles de quienes hoy son candidatos independientes a la presidencia de México. Bajo esa lógica, no encontramos a personas con amplia y probada trayectoria ciudadana. Por el contrario, Margarita Zavala y ahora, Jaime Rodríguez Calderón, son personas ligadas a partidos políticos e intereses muy particulares.

Esto es, la incursión de los independientes a la boleta se vuelve estratégica para algunos partidos que lejos de celebrar la participación ciudadana de personas sin filiación partidista ven la posibilidad de tener un efecto específico en la elección. Lo anterior, a través de la fragmentación del voto, de restar apoyos a cierto contendiente, de incorporar a un participante que servirá como golpeador en la contienda, en fin. Las especulaciones son muchas. Y ahí justamente es donde se encuentra la preocupación. Porque a estas alturas deberíamos estar discutiendo otros temas como país y no estar haciendo escenarios sin demasiado sustento.

Tengo que confesar que celebré en su momento las candidaturas sin partido. Lo sentí un avance del sistema electoral mexicano. Algo nos hacía pensar que los independientes serían hombres y mujeres probos capaces de transformar al país. Ahora sin embargo, veo – con cierta frustración – que los aspirantes son todo menos eso. Se convierten en marionetas de interés particulares dejando más dudas que certezas con su participación en la boleta electoral.

Esa opinión negativa sobre los independientes se refuerza día con día; y más, cuando hace poco el Tribunal Federal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TFEPJF) avaló la candidatura independiente de Jaime Rodríguez Calderón alias el Bronco. Este personaje que gusta de usar un estilo simple y banal para hacer política se coló de último minuto a la contienda por la presidencia.

Lo anterior ocurre después de que el Instituto Nacional Electoral (INE) no aprobó esa candidatura porque los datos presentados para tal efecto presentaban una serie de inconsistencias. Hay que recordar que para lograr la nominación de candidato independiente a la presidencia hay que recabar el 10% del padrón electoral en todo el país. Esto es, un poco más de 860 mil firmas de credenciales de elector. Ese trámite que parecería sencillo fue un verdadero reto para los que quisieron participar.

Lo lamentable es que los que lograron rebasar esa meta (más de 800 mil firmas) lo hicieron con trampas que la propia autoridad detectó. Aun así los afectados – en legítimo derecho – acudieron a los tribunales para defender lo que a su derecho convenía y para sorpresa de varios se avaló una cuestión que parecía insostenible.

Recapitulando, el Bronco entregó en su momento, poco más de dos millones de apoyos ciudadanos, pero de acuerdo con la revisión del INE266 mil 357 firmas estaban duplicadas; 508 mil tenían inconsistencias; 158 mil 532 fueron simuladas y más de 205 mil eran fotocopias, mientras más de 23 mil fueron hechas con un documento no válido.

Con todo esto, el Tribunal Electoral avaló la participación de ese personaje que utilizó las peores formas para hacerse de una candidatura independiente. Con este hecho las hipótesis sobre la posibilidad de que los independientes son en realidad personas que estarán favoreciendo a otros contendientes políticos por mandato del régimen cobra fuerza.

Es inaudito que la autoridad electoral permita la participación política de personas que con claridad utilizaron trampas y alteraron documentos. En ese particular, se enrarece el clima político y se deja entrever que hay una intensión específica que permite participar en la elección presidencial a una persona que utilizó el fraude para hacerse de una candidatura.

 

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