En primer lugar, es necesario puntualizar que el artículo 108 de nuestra Constitución Mexicana, en relación con la reciente Ley General de Responsabilidades Administrativas, define al servidor público como toda persona que desempeñe un empleo, cargo o comisión en los entes públicos, en el ámbito federal o local.

La premisa de un servidor público es que su desempeño debe ser eficaz y que pueda mantener la confianza pública con respecto a su integridad; sus principales deberes son observar buena conducta dentro y fuera de los horarios de trabajo, practicar en forma constante el respeto a quienes les brindan atención, guardar reserva de los asuntos que lleguen a su conocimiento, guardar respeto y motivar al mejoramiento continuo y al trabajo colectivo; debe actuar sobre las bases de la justicia, la razón y la argumentación.

Debemos recordar que los Estados, por medio de sus servidores públicos, son los encargados de garantizar la efectividad de los derechos humanos recopilados en los instrumentos internacionales, como: el derecho a la vida, a la seguridad, a la propia imagen, en general, todos los que forman parte de la dignidad de la persona. El servidor público debe tener en claro que dar valor al concepto de lo humano y reconocer ese conjunto de derechos que tiene la persona es uno de los principales retos frente a su misión. Cada vez que se presta un mejor servicio a la comunidad y cuando el servidor público responde oportunamente a los nuevos desafíos por parte del usuario, se reducen las desigualdades y se proporciona a cada quien un marco adecuado para el ejercicio de su plena ciudadanía, reconociéndolo como sujeto de derechos inherentes a su condición de persona.

Un buen servidor público tiene conciencia del significado y trascendencia de su trabajo y estar al servicio de la gente, se rige por valores y principios y como la ética, honestidad, lealtad, igualdad, prudencia, disciplina, iniciativa, honradez, solidaridad, vocación de servicio, esfuerzo colectivo, eficiencia y responsabilidad.

La honestidad y la lealtad son las facultades más difíciles de aplicar cuando la tentación es grande, pero es la que mantiene nuestra consciencia tranquila en el andar de los tiempos y de ellas dependerán mucho nuestra fama y futuro. El servidor público ejemplar es el que no utiliza su cargo público para obtener algún provecho o ventaja personal o a favor de terceros, tampoco busca o acepta compensaciones o prestaciones de cualquier persona u organización que puedan comprometer su desempeño como servidor público.

Un servidor público honesto es honrado con su conciencia, para hacer las cosas bien; las reflexiones sobre sus equivocaciones le permiten ser un servidor con sentido moral, su potencial de trabajo lo desarrolla con integridad, el ser honesto es preservar la confianza que la sociedad le da al destacarse con una conducta irreprochable y estar por encima de toda duda. La integridad se mide en función de lo que es justo y de lo que es correcto, basándose en los principios que los guían. Ser honesto es un compromiso consigo mismo, con la institución y con la sociedad; un servidor público honesto es un ejemplo de rectitud ante el ciudadano.

A pesar que derivado del fenómeno de la corrupción se ha perdido credibilidad hacia las Instituciones y servidores públicos, podemos asegurar que no todos son corruptos o ineficientes, pues hay una gran mayoría que trabaja de manera honesta y competente. Tenemos servidores públicos de vocaciones admirables, hombres y mujeres que entregan su vida al servicio público, sin cometer ningún abuso y con el único afán de cumplir hasta el límite sus capacidades.

Los buenos servidores públicos son miles de personas que han encontrado en la administración pública una vía de realización profesional, ellos representan el mayor capital con el que cuentan los gobiernos y son, al mismo tiempo, la mejor garantía del funcionamiento cotidiano de las cosas públicas.

Son aquellos que están orgullosos de su trabajo, de la organización que representan; que se sienten motivados en las mañanas para levantarse e ir a su lugar de trabajo; se desempeñan muy bien y son conscientes del compromiso que tienen para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos y del impacto positivo que pueden llegar a generar en el desarrollo del país; son personas con vocación de servicio, la cual debe ser uno de los principios fundamentales de todo servidor público.

“El que no vive para servir, no sirve para vivir”.

Madre Teresa de Calcuta

 

 

Elizabeth Bardales Rivera

Visitadora Adjunta de la Visitaduría Jurídica Metropolitana