Este fin de semana fui testigo, y hasta partícipe, de una apuesta a la inflación: una mujer y un hombre de mediana edad, acompañados de una adulta mayor, compraron en una sucursal de Soriana más de 26 mil pesos en abarrotes, pagados con vales.

Caminar atenta a mis mensajes de whats, me llevó a formarme ante una fila que, no observé de entrada, llevaban delante de mi cuatro carros de supermercados rebosantes de productos.

Rápidamente a mi espalda comenzaron a formarse más consumidores con sus carros, y al fin, mi día de descanso, decidí practicar la paciencia y esperar.

Al observar a la mujer depositar penosamente tantísimas compras del tercer carro, comencé a ayudarle a hacerlo, llamándome la atención, por ejemplo, que llevaba más de 20 paquetes de jabones para baño de cuatro piezas cada uno; además, cajas completas con cartones de leche ultrapasteurizada, garrafones con suavizantes para ropa y de cloro, y un sinfín, al menos así me pareció, de mercancías variadas.

Llegó el momento de que debió pagar y mayúscula fue mi sorpresa cuando sacó de su bolso paquetes completos de vales de 100, 50, 20 y 10 pesos, para pagar una cuenta que alcancé a escuchar, rebasó los 26 mil 800 pesos.

El cajero pidió entonces a la mujer que desprendiera los fajos de vales, que de tres en tres, unidos entre sí, y unidos todos por un costado, debían ser pasados por el escáner para sumar sus montos.

Ante la opción de esperar tranquila o seguir ayudando, e imposibilitada para salirme de esa fila, me ofrecí a desprender  fajos de vales ante la vista de ella y del cajero, para agilizar el proceso, que lamentablemente fue lento.

Pude entonces comentar con la señora  el por qué llevaba tanta despensa, si era para surtir una tienda o compras personales, y su respuesta me puso a pensar: “es para la casa, para no comprar super en todo el año”.

¿Emplear todo ese dinero en abarrotes? ¿Por qué? La respuesta que me dio pudiera parecer tonta a muchos emprendedores, a empresarios que saben cómo, en qué invertir y hacer producir el dinero, pero para mí, que vivo del producto de mi trabajo, fue asombrosa: “así le ganamos a la inflación”.

Al escuchar nuestra plática el hombre –contador de profesión según me comentó-, intervino haciéndome notar que a lo largo del año, y más allá de lo que reporte el Inegi, la leche se encareció en más de un 30 por ciento; los detergentes y suavizantes para ropa, en más de un 40 por ciento; los aceites comestibles, en un mínimo de 25 por ciento, y bueno, los consumidores ya sabrán más de esto.

Asegurado “el super”, como me expusieran, el salario de ambos se destina entonces a cubrir otras necesidades.

También pagamos, por anualidad, el servicio de televisión por cable, los servicios en el fraccionamiento donde vivimos, y todo lo que nos acepten pagar por año”. Con ello, además de recibir rebajas, se aseguran de que no pagarán alzas que se den a lo largo del año.

Yo calculo que así nos ahorramos por lo menos un 30 por ciento de lo que gastaríamos si compráramos por semana el super o pagáramos por mensualidades”, me comentó él. Pero además, Soriana les devolvió en dinero electrónico el 10 por ciento de su compra y recibieron infinidad de puntos en su “monedero electrónico”.

Sin duda estas personas cuentan con los recursos suficientes para apostarle, y ganarle, a la inflación, así como espacio para almacenar sus compras.

Lo vivido me recordó a mi abuela diciéndome: “dinero llama dinero, hija”. Y es cierto. Toda una lección de economía doméstica.

Una lección que recordaré si algún día –lo cual dudo-, si llegó a recibir más de 26 mil pesos en vales!

 

✉️ dolores.michel@gmail.com